LUGARES MISTERIOSOS DEL MUNDO: LOS SANATORIOS PSIQUIÁTRICOS DE ITALIA
Muchos diréis que los fantasmas no existen. Pero es posible que muchos de vosotros cambiaréis de opinión después de conocer ya no las leyendas, sino lo realmente ocurrido en estos manicomios. Tal vez eso da más miedo que los mismos espíritus de los difuntos que dicen pululan por allí.
LOS MANICOMIOS DE LA LOCURA
No es difícil intuir los horrores que debieron sufrir las miles de personas injustamente recluidas dentro de los manicomios italianos. Vidas humilladas e ignoradas por una sociedad hipócrita que se vanagloria además con descaro de su nivel de humanidad.
Las intenciones y los intereses en estos manicomios estaban lejos de proporcionar una mejor existencia a las personas que cayeron allí. Las terapias que llamaban “alternativas”, que ofrecían para curar por ejemplo, la ira, la histeria o incluso la masturbación, además de vasitos de agua mineral, sesiones de gimnasia, y baños de sol, brindaba otras terapias menos inocentes, como drogas, maltratos y hasta torturas difíciles de imaginar, sino para mentes más disturbadas que la de los mismos enfermos mentales.
Difícil de listar las innumerables “terapias” y tratamientos con las cuales decían de aliviar y hasta sanar los trastornos psíquicos que afirmaban sufrían estos internos. Los tratamientos estaban más focalizados en contener y moderar su comportamiento considerado “inadecuado”, y sobre el cual se posaban las excusas para abusar y experimentar sobre ellos. Además hay que considerar que en la mayoría de los casos estos trastornos mentales eran inexistentes y constituían meras excusas para “quitarse de encima” alguna persona incómoda.
Después de décadas se admitió que existieron “errores de ingreso”, diagnósticos equivocados y negligencias, pero costó aún más tiempo para admitir que allí se realizó experimentación clínica bajo torturas, maltrato físico y psicológico, y explotación laboral.
A continuación puntualizaremos algunos ejemplos, no por implantar más sordidez a la que ya es de por sí una tremenda realidad, sino para que echemos cuenta hasta dónde puede llegar el límite de la absurdidad humana, y de la vanagloria, porque también esta estaba en los objeto de esas experimentaciones hechas “por el bien de la ciencia”.
Algunos de los que sobrevivieron a esa atroz experiencia han podido describir como vivieron esos momentos y las sensaciones que les causaron mientras aplicaban en ellos dichas terapias. Según han narrado, en este caso mientras les ponían inyecciones de trementina, les ataban, les pegaban y les denigraban para que no se movieran.
“Provocaban un dolor insoportable durante muchos días. Los abscesos eran terribles. No movías ni las pestañas, para que te doliera menos. Antes de comenzar a desaparecer los efectos de una inyección, te ponían otra.”
Describían con terror el electroshock, que lo percibían como un castigo sistemático para controlarles y dominarles.
“Cuando decían que te portabas mal, y no hacías lo que querían, te venían a buscar y te llevaban a una habitación. Allí te ataban y te aplicaban descargas. Sentías un dolor muy fuerte cuando penetraba la electricidad en el cuerpo. Cuando te aplicaban descargas por unos días te sentías como un muerto viviente. No podías ni moverte.”
Todas las acciones en el ejercicio de la medicina deben ser presididas por un principio de justicia, de beneficencia y no maleficencia. Es evidente que esto lo olvidaron. Por eso es importante recordar los errores. Para que en el presente y en el futuro la medicina se empeñe en prestar mejores cuidados basados sobre una evidencia científica afianzada sobre principios bioéticos y códigos deontológicos capaces de respetar los derechos humanos.
El médico era requerido sólo después de que la persona había sido etiquetada como “loco” y cuando el comportamiento se había hecho problemático a nivel social. De hecho no había distinción entre la clasificación de “loco” y “criminal”, “vagabundo” o “vergonzoso.”
Después de conocer los hechos certeramente ocurridos, las historias espeluznantes sobre fantasmas que se cuentan sobre algunos manicomios italianos se quedan cortas. Sin querer añadir más dramatismo, en algunos casos la realidad superó sin duda la invención que algunos piensan que tienen estas historias.
En estos casos las historias tienen una base de verdad que pone los pelos de punta. Y ya no tanto por encontrar la imagen fantasmagórica de una niña en camisón corriendo descalza atravesando uno de los corredores en ruinas de un manicomio, sino porque podemos atisbar que allí ocurrieron realmente cosas terribles.
Injusticias, violaciones de los derechos, vejaciones, humillaciones y torturas que causaron tanto sufrimiento gratuito, absurdo y del todo innecesario a miles de personas, y que tal vez por eso no queremos olvidar.
La representación física de las que algunos creen fuerzas sobrenaturales en estos lugares si no son ocasionadas por la energía psíquica de entidades del más allá, al menos representan de alguna manera la voz acallada de los difuntos que sufrieron allí aquellos repudiables suplicios.
Una cara de la historia italiana, tal vez menos conocida, pero que añade sin duda otra absurda realidad de una sociedad cada vez más desconcertante.
FENÓMENOS PARANORMALES EN LOS MANICOMIOS
Desde hace tiempo las dudas sobre la existencia o menos de fenómenos paranormales tiene a la ciencia en un desafío constante. Diferentes culturas y creencias repartidas por todo el mundo siguen manteniendo vivo este peculiar componente psíquico tan incomprensible como fascinante en tradiciones, leyendas y rituales.
Se tiene constancia documentada de la existencia de fenómenos paranormales desde tiempos remotos. La ciencia trata de dar una explicación científica a estos fenómenos que se salen de la conocida lógica física, pero no se ignoran, ya que podríamos estar ante fenómenos cuya explicación desconocemos por falta de conocimientos y tecnología.
De hecho en 1882 ya se creó en Londres una sociedad para la investigación psíquica, en la cual se estudió en particular la hipnosis, tan de moda en aquellos tiempos. Más tarde a partir de la Conferencia Internacional sobre Parapsicología llevar a cabo en Utrecht en 1953, muchos países entre ellos Alemania, Holanda y Rusia demostraron interés en lo que se denominaron “metafísica” y creado asociaciones e institutos de investigación psíquica, donde hoy día se investiga para dar una explicación científica a los fenómenos paranormales como la telequinesis y las experiencias sugestivas después de la muerte.
Algunos testimonios aseguran de haber visto fantasmas merodear entre las ruinas de las habitaciones de algunos manicomios italianos. Imágenes evanescentes de personas aturdidas que de alguna manera flotaban y atravesaban las paredes desapareciendo.
Claro está que algunas drogas psicodélicas podrían provocar el efecto de ver alucinaciones, además de la sugestión que provoca una histeria colectiva, pero también existen hipótesis científicas que admiten una posible veracidad en estas extrañas visiones.
Nada más ni nada menos que la teoría de la relatividad de Einstein, las relaciones espacio-temporales, la probabilidad de la existencia de mundo paralelos y del tan de moda “multiverso” y de su interconexión a través del plano actual con otro del pasado, darían una explicación científica a estos fenómenos fantasmagóricos. Según estas hipótesis los cambios en la física serían permitidos.
HISTORIAS DEL MANICOMIO
LOS FANTASMAS DEL MANICOMIO DE MOMBELLO
Sin duda uno de los más polémicos de Italia. No sólo porque la Comisión Europea de Derechos Humanos declaró y confirmó que durante su actividad se habían realizado “terapias” consideradas “contra la dignidad y los derechos humanos”, sino porque además allí trabajó y colaboró el también polémico doctor Ugo Cerlett, el padre del electroshock.
En la actualidad el edificio está abandonado, los restos de sus ruinas se esparcen entre una vegetación quebrada que parece intentar ocultar con poco éxito los despojos de un pasado ambiguo y oscuro.
En los años sucesivos a su cierre definitivo en 1983, y después de ser vandalizado y ocupado por tóxicos, fue muy visitado por los “caza fantasmas” atraídos por las historias espeluznantes que se contaban sobre él.
Algunas psicofonías registradas al interno del manicomio revelaron los ecos de un pasado de sufrimiento y desconsuelo, sonidos discordantes que parecían chillidos y gritos atroces.
Sonidos posiblemente causados por las interacciones de algún aparato eléctrico situado en las inmediaciones. Pero que también, según los creyentes estos signos también podrían haber sido causados de la presencia en el ambiente de una fuerte carga psíquica. Energía emitida por las personas fuertemente maltratadas y desahuciadas que malvivieron allí, cuyas voces y gritos se repiten en el tiempo por estar atrapados allí entre los muros.
LA VIDA DENTRO DEL MANICOMIO DE MOMBELLO
Conocido también como hospital psiquiátrico Giuseppe Antonini de Limbiate, fue abierto en 1865, un año después de haber sido construido en torno a él un muro de piedra de tres metros de altura y casi dos km de perímetro (1.997 m.) que rodeaba el entero complejo, lo que indicaba ya que lejos de ser un sitio seguro donde poder ser aliviado de una supuesta enfermedad mental, era un lugar de aislamiento y reclusión.
En realidad el Mombello fue preparado como una sucursal del manicomio Senavra de Milán, para acoger “urgentemente” los pacientes que sobraban del Senavra que estaba abarrotado de internos, del cual decía el psiquiatra Andrea Verga “es una vergüenza nacional”.
Por lo general, a excepción de alguna zona no apta para el tratamiento medico, estaban situados en lugares geográficos cuyo clima era saludable. Precisamente algunos habían sido inicialmente hospitales para enfermedades crónicas y de larga permanencia, como la tuberculosis, donde el sano aire del campo contribuía sin duda a una mejor y más rápida recuperación.
El Mombello, está situado en la región de la Lombardía, al norte de Italia, en la provincia de Monza y Brianza, en un pueblo llamado Limbiate, hoy día reposa en silencio sus ruinas. Ecos de un pasado tormentoso, que nos transporta a una realidad pasada en reclusión y sufrimiento.
El manicomio de Mombello fue construido sobre las bases de la Villa Pusterla-Crivelli, una construcción medieval del 1754, del lejano siglo XVIII, la cual fue ocupada por Napoleón en 1797, dentro a un impresionante lote de terreno de campos y colinas que adquirió para proclamar una de sus tantas conquistas en Italia. Después de varias reformas y ampliaciones, se terminó de construir en 1878, año en el cual se inauguró oficialmente.
Inicialmente se utilizó también la pequeña iglesia ya existente para las ceremonias religiosas, después en 1935 se construyó una nueva iglesia más grande, con mayor capacidad, la de San Ambrosio de estilo romántica, que satisfacía mayormente las exigencias de espacio causadas por el constante aumento de pacientes feligreses.
Como hemos dicho anteriormente en otro artículo sobre los sanatorios psiquiátricos italianos, a finales del S. XIX, la situación denunciada de aglomeración y malas condiciones dentro de los manicomios hizo crear la ley 36, con la cual se pretendía corregir esa situación. Por lo que los nuevos directores del Mombello de finales del ‘800 y los de primeros del ‘900 introdujeron nuevas reformas acordes con las nuevas directrices.
La actividad del Mombello inició con el traslado en 1878 de más de 1.100 internos venidos del Senavra. A partir de entonces, todos los enfermos de la provincia de Milán fueron a parar también al Mombello.
El Mombello pretendía estar lejano de esas críticas horribles que se decían sobre los otros manicomios, anhelaba estar a la vanguardia, por lo que poco a poco al interno de aquellos muros empezó a gestarse un microcosmo, que pretendía ser un ejemplo para todos.
En 1820 se empezó a introducirse una gestión de subdivisión de los espacios y de los internos. Los varios edificios y estructuras del Mombello, fueron destinados para diferentes usos. Unos dedicados exclusivamente al personal médico, como laboratorios experimentales, biblioteca médica, etc. y otros bloques para uso exclusivo de los pacientes internos.
Además de los dormitorios, aseos, comedores, panadería, lavandería, de uso común, también existían estancias especiales donde se ejercitaba la llamada “terapia ocupacional” o ergoterapia, nombre científico con el cual les gustaba llamar a las horas de trabajo no retribuidas. Consistían en talleres inicialmente de artesanía y costura, a los que posteriormente se incluyó también la jardinería, otra ocupación altamente promovida por la dirección del instituto, que se realizaban en las grandes extensiones de huerto y jardines que rodeaban los edificios.
Los pacientes fueron divididos según su estado mental en 4 grupos, tranquilos, agitados, sucios y trabajadores. Se sustituyeron las ”cadenas” que desde antaño se habían utilizado para tener inmovilizado a los internos, por las correas y la famosa camisa de fuerza. A las purgas, y fármacos barbitúricos ya conocidos se añadió otra terapia, la hidroterapia, con baños y duchas.
Se introdujo un nuevo concepto, el de la “cura moral” del enfermo, partiendo de la base que la locura noera otra cosa más que un desorden en los sentimientos, en la voluntad y en las pasiones. Por lo que la labor del manicomio era la de reconducir al enfermo al orden de la razón, haciéndole interiorizar las reglas sociales a través de la llamada “pedagogía de reeducación”, que consistía en hacer implantar la razón por medio de la imposición de un sistema de premios y castigos en base al comportamiento. La condición necesaria para ser readmitido en la sociedad era la de respetar la ley y las reglas sociales establecidas.
La figura del director adquirió una importancia esencial, representaba una autoridad indiscutible y disciplinaria, nada se hacía sin su consentimiento. Pretendía infundir en los internos una idea de potestad y disertación. El director quería inculcar en las mentes enfermas de sus internos, esa educación moral que habían rechazado, motivo por el cual estaban allí.
Tanta era la necesidad de hacer conocer al mundo la prosperidad y optimización que estaban haciendo en elmanicomio que en 1880 se creó una revista al interno del manicomio, “La Gazzetta del Manicomio”, que se publicó hasta 1905.
Se imprimía cada dos meses y se enviaba gratis a todas los ayuntamientos de Milán. También se podía recibir cómodamente en el domicilio mediante una previa suscripción. En la revista se publicaban artículos variados sobre las actividades que se realizaban al interno, y de como se gestionaban las diferentes dependencias, como la de la panadería, con la cual también participó en 1887 en la Exposición Internacional de Aparatos de Panadería.
Esta participación resaltó internacionalmente el empeño del Mombello sobre la importancia de la higiene y sobre la pelagra (curiosamente especialidad de uno de los psiquiatras que sería director del Mombello años después), con retratos realizados en vivo. También se comunicaban periódicos registros sobre los nuevos ingresos, y hasta se informaba de las muertes que se habían producido. En 1908 se instalaron 4 pabellones “abiertos”, otra de las “terapias innovadoras” sólo para internos pacíficos, es decir, sin muros, en un pinar cercano al manicomio, con 100 camas cada uno.
Entre 1911 y 1931, el nuevo director Giuseppe Antonini (ya aludido, que había fundado en 1901, la famosa “Revista Pellagrologica italiana” publicada hasta 1923) recogió y continuó las reformas empezadas por los anteriores directores, realizando e introduciendo nuevas iniciativas que apuntaban a mejorar y optimizar aún más las condiciones generales del manicomio.
Impulsado por el entusiasmo de la nueva promoción y de los privilegios que le proporcionaba la Ley 36 del 1904, introdujo nuevas ideas y realizó varios cambios en la gestión del manicomio con las cuales fue altamente reconocido.
Mandó construir un innovador acueducto que permitía transportar el agua directamente al interior del recinto, y que abastecía también al pueblo de Limbiate. También realizó un pequeño ferrocarril para transportar las mercancías. Y por fin estableció un departamento separado para los niños.
Además, introdujo diversas actividades recreativas, como la gimnasia, la música para calmar, el teatro y la danza, haciendo construir hasta un pequeño teatro dentro del manicomio, llamado el “teatro de los locos”.
Fue tanto el interés de distinción sobre la higiene (también dental), la terapia ocupacional, la investigación sobre nuevas terapias de curas, etc. de la nueva dirección que hasta los periódicos locales daban eco de sus progresos terapéuticos.
Todo un microcosmo, donde aparentemente no faltaba nada. A pesar de los esfuerzos de las sucesivas direcciones en hacer aparecer aquel lugar humano, en el interior de sus muros existía otra realidad ignorada por la creciente hipocresía de la sociedad, la de unas vidas recluidas injustamente.
En 1913 el Mombello estaba saturado de internos y aproximadamente 100 internos tuvieron que ser trasladados a la Villa Litta Modignani de Affori, un edificio de arquitectura barroca construida en 1687 por un marqués, que durante años fue destinada como residencia estiva de la nobleza de Milán.
Así en 1905 la villa se convirtió temporalmente en un lugar de recuperación para los enfermos mentales que sobraban de otros manicomios. Posteriormente a la IGM la manutención de los jardines se dejó en manos de los alcohólicos del ya definitivamente manicomio. Por eso los hermosos jardines que todavía existen, han sido llamados “la cà d’i matt” y “el jardín de los locos”. Durante la IIGM, siguió acogiendo refugiados sin hogar, eliminando por completo de sus muros los últimos vestigios de fastuosidad que quedaban del ‘700.
Durante la I Guerra Mundial dos de los pabellones “libres” del Mombello fueron utilizados como improvisados hospitales de guerra para militares. Y empezaron a llegar soldados afectados por los traumas psicológicos provocados por los horrores de la guerra. En poco tiempo el llamado pabellón del Véneto, fue abarrotado de mentes trastornadas, acogiendo a más de 250 soldados y refugiados. De los 635 soldados que acogió el Mombello durante el periodo que duró el conflicto bélico, sólo 517 fueron liberados, los demás quedaron internos en el manicomio.
Las terapias para los soldados eran algo diversas que las utilizadas para los demás internos, utilizaban métodos psicoterapéuticos como el descanso, la dieta rica en calorías para aumentar el peso corpóreo, y la terapia de la “libertad”, es decir se limitaba el uso de la camisa de fuerza, tan común para el resto de los internos.
Evidentemente el uso del Mombello como hospital psiquiátrico militar se extendió también durante otros conflictos, como la batalla de Caporetto, y la II Guerra Mundial.
La sobre ocupación fue un problema constante, que sólo encontró algo de alivio cuando algunos internos fueron repartidos a otros centros más pequeños en localidades cercanas, como Busto Arsizio y Parbiago, donde en esta última trasladaron a las mujeres.
Durante los años venideros, los ambiguos “gabinetes científicos”, como los llamaban, o laboratorios de anatomía patológica y biología existentes en el manicomio de Mombello, suscitaron muchas dudas sobre los métodos poco ortodoxos que se utilizaban al interno de la estructura. El departamento de psicología “experimental” dentro del Mombello, dirigido primero por Giuseppe Corberi y después por Ugo Cerletti, este último, conocido por haber inventado el electroshock, rebosaba de leyendas e historias terribles sobre experimentos y mutilaciones realizados bajo torturas y sufrimiento.
A causa de la aglomeración en el Mombello, a principios del ‘900 la provincia de Milán compró un terreno en el barrio de Affori, en la periferia de Milán. Con la intención de construir ex novo un edificio como sucursal del Mombello que ya estaba a rebosar. Originariamente en 1923 se llamó “Grande astanteria manicomiale de Affori”, más tarde también llamado Villa Fiorita y otros.
Por cuestiones económicas inicialmente decidieron dejar la gestión del nuevo instituto a una sociedad privada. Así quien podía permitirse la mensualidad de 500 liras mensuales, podía internar allí y no al Mombello ya sobresaturado. Así nació la Villa Fiorita, con capacidad para 300 enfermos. Más tarde la provincia recogería de nuevo su gestión.
El escándalo llegó al extremo cuando en 1931 el Mombello junto con el también polémico Instituto psiquiátrico, o “Casa de cura para alienados y para enfermos nerviosos” de Affori, en Milán, en el cual colaboraba precisamente el ya mencionado Ugo Cerletti, crearon un acuerdo para crear un departamento “universitario” al interno del Mombello, la llamada “Clínica Universitaria de enfermedades mentales” que funcionó hasta 1943, cuyo “objetivo era proporcionar pacientes” para ser estudiados en la Clínica de Enfermedades Nerviosas y Mentales de Milán fundada en 1918, cuyo director entonces era Carlo Besta.
Hoy día existe en Milán la Fundación I.R.C.C.S. Instituto Neurologico Carlo Besta, nada tiene que ver con la de entonces. Pertenece a la ERN, la red europea de referencia para anomalías cráneo-faciales y afecciones otorrinolaringolátricas, y patologías neurológicas. Trata todo tipo de enfermedades neurológicas desde parkinson, epilepsias, esclerosis múltipla, enfermedades espinocerebrales, hasta dificultades en el lenguaje y aprendizaje, y autismo.
Cerletti trabajó al interno del instituto Mombello desde 1919 a 1924 como director del departamento de “psicología experimental”, y en los años sucesivos siguió su colaboración desde el externo. Más tarde en 1938 según los datos oficiales, Cerletti utilizó por primera vez el electroshock en un humano (año en el que aún colaboraba con el Mombello y la clínica de Carlo Besta), mediante un rudimentario aparato creado para este objetivo que inventó junto a su asistente Lucio Bini. Antes lo había experimentado en perros y otros animales.
A través de los experimentos realizados descubrió (según él), una sustancia “revitalizante”, que llamó agonina. Según él las repetidas convulsiones que provocaban por las descargas eléctricas en el cuerpo del desgraciado paciente, provocaban la producción en el cerebro de esta sustancia, para él beneficiosa. La terapia electro-convulsiva según su experiencia era más eficaz en pacientes con ataques epilépticos. Cerletti y Bini fueron nominados al premio Nobel.
Entre otros personajes notorios, en 1935 viene internado injustamente en el Mombello, Benito Albino Dalser, hijo ilegítimo de Mussolini, por no haber renunciado a su parentesco con el conocido dictador. Los documentos revelaron que había sido inducido al coma con múltiples dosis de insulina, una hormona que habitualmente se utilizaba para tratar la esquizofrenia. Benito Albino murió en 1942 siete años después de su ingreso en el Mombello.
En los años que siguieron a la II Guerra Mundial, empezó la decadencia del Mombello, la administración de Milán había decidido favorecer económicamente al instituto de Affori y en 1945 desvió las subvenciones que antes estaban destinadas al Mombello hacía la clínica de Carlo Besta.
El Mombello llegó a hospedare hasta 3.000 internos, siendo el manicomio más grande y con mayor capacidad de siempre en Italia. Llegó a admitir más de 30.000 internos durante toda su actividad que duró hasta el 1983, año en el cual se desmanteló durante la dirección de Alberto Madeddu y se cerró en el mismo año por la entrada en vigor de la Ley 180.
LAS CONTROVERSIAS SOBRE EL MOMBELLO CONTINÚAN
Desde que cerró en 1983, las controversias en torno al Mombello no han parado de surgir. Ya en 1900 se hicieron algunos estudios sobre algunos de los restos post mortem. Concretamente en pelos de la cabeza, los análisis toxicológicos revelaron una alta concentración de sustancias barbitúricas, como cocaína, nicotina y cafeína.
Las polémica sobre los dudosos métodos y terapias que se utilizaron en el manicomio de Mombello llevó en 1979 a la Comisión Europea de Derechos Humanos a realizar una investigación. Finalizadas las pesquisas y la inspección en los registros, documentos, laboratorios y demás instalaciones, la comisión concluyó que en el manicomio de Mombello la mayoría de los tratamientos que se habían efectuado allí eran “contrarios a la dignidad y a los derechos humanos”, declarándolos ilegítimos, injustificados y abusivos.
Como también sucedía en los demás manicomios italianos todo ese “progreso” era solo una fachada. En el Mombello se habían internado injustamente a personas tanto enfermas como “sanas”. Se les había negado sus derechos y libertades y se había ignorado también su dignidad como seres humanos. Los internos habían sido tratados sin respeto, utilizando sistemáticamente métodos vejatorios y torturas con el objetivo de ser manipulados y usados en la experimentación clínica.
A pesar de todas esas “innovaciones” en las instalaciones, gestión y hasta recreativas. La realidad era otra. No se les nutría adecuadamente y la higiene era escasa, no había personal suficiente ni cualificado ni para garantizar las más mínimas exigencias de aseo. Se explotaban a los internos en un trabajo no remunerado. Los maltratos y abusos tanto físicos como psicológicos eran llamados reeducación. Y las torturas se practicaban dentro de esa experimentación clínica, en las llamadas terapias o tratamientos, como eran la inoculación de gérmenes patológicos, inyecciones de fármacos y drogas, lobotomías, electroshock, torturas con agua y vapor, inmovilización, aislamiento, fricciones con sustancias irritantes, ect.
Las terapias utilizadas eran inapropiadas, del todo injustificadas, y atroces. A pesar que en la época se reconocían como un avance en la medicina y hasta algunas rozaron el nobel. No correspondían a un criterio ético que busca el bienestar de la persona, sino todo lo contrario causaba daño y sufrimiento, y eran claramente un aberración, del cual se nutrían sólo para progresar en su hipócrita pretensión.
En los laboratorios del Mombello encontraron cuerpos mutilados, cuyas extremidades habían sido conservadas en frascos, en concreto, 50 cerebros, diversas cabezas enteras, piernas, brazos, manos y órganos internos, además de 12 cuerpos enteros.
CURIOSIDADES DEL MOMBELLO
Una de ellas es que el famoso hospital de Mombello hizo una fugaz aparición de apenas 4 segundos, en la escena final de la película7 días, 7 chicas, cuyo protagonista es el peculiar Johnny Depp. El film fue presentado en el Festival de Cine de Berlín en 2017.
En 2015 cuatro chicos se perdieron en los subterráneos, tuvieron que ser rescatados por los bomberos.
LOS “POLTERGEIST” DEL MANICOMIO VILLA SBERTOLI
Los poltergeist en el manicomio de Villa Sbertolli hacen ruido. Rasgueos extraños fuera de las leyes físicas que supuestamente los provocan las entidades que merodean por allí, pero también se escuchan acordes de piano, y música sobre todo en algunas noches de verano en las cuales el calor quita el sueño.
Hoy día Villa Sbertoli es una finca abandonada presa de la vegetación que trata inútilmente de encubrir las pruebas de su pasado tormentoso. Es inevitable no sentir grima y repeluzno al ver las máquinas de electroshock todavía presentes en alguna habitación. Y los libros abiertos, registros médicos sucios, rotos y esparcidos por el suelo. Utensilios médicos, frascos y aquellas camas tan horribles con barrotes de hierro.
Se cuenta que poco después de trasladarse la familia Sbertoli a la residencia que había comprado, su hijo pequeño empezó a mostrar señales de tener algún trastorno mental. Fue entonces que decidió abrir en su propia residencia una “Casa de cura para enfermos mentales”. Pensó que con sus curas directas y permaneciendo su hijo en el mismo entorno familiar donde había nacido la calidad de vida de su hijo sería mayor y tal vez encontraría una cura a su locura.
Por eso la villa presenta en su interior una arquitectura propia de una residencia de lujo en contraste con ambientes menos agradables y más inquietantes que muestran el otro lado oscuro del encierro.
Con sus conocimientos en psiquiatría Sbertoli trató de encontrar una cura para su hijo, pero después de varios intentos y terapias infructuosas el niño murió. Fue entonces que decidió ampliar el sanatorio.
Se considera una residencia encantada porque lo que pasa allí no entra en la normalidad física conocida. Ruidos inexplicables, olores extraños, movimientos de objetos y hasta roces físicos.
Según la parapsicología estos hechos los generan entidades o fantasmas de muertos. Pero también pueden ser causados por una telequinesis inconsciente derivada por el estrés o tensión emocional que generan estos lugares.
Las ruinas de la Villa Tanzi, así también llamada a la grande extensión de finca edificada, se ven desde la ciudad de Pistoia. Un verdadero y propio pueblo que por largo tiempo fue un manicomio. Ahora atiende desolado y lleno de “fantasmas” de sus antiguos ocupantes, que revolotean vaporosos atravesando corredores de una celda a otra. Una larga avenida de cipreses invita al acceso hacia las dos grandes fincas principales.
COMO SE VIVÍA DENTRO DEL MANICOMIO SBERTOLI
La estructura original está constituida por dos grandes edificios principales que fueron construidos en el S. XVII. La puerta de la entrada principal encamina hacia una pequeña calle llamada Vía Solitaria. Ya su nombre hacia presagiar a donde conduciría.
En 1868 fue comprada por Agostino Sbertoli prestigioso psiquiatra, inicialmente como residencia familiar, más tarde en 1876 Sbertoli quiso gestionar su propia “Casa de curas” (había estado trabajando como médico psiquiatra en otros manicomios italianos), y la convirtió en un centro de salud mental privado para familias adineradas. De allí cogió el nombre antiguo “Casa de curas” como decimos, y posteriormente Villa Sbertoli.
Su primer paciente fue un joven de 29 años, ingresó el 18 marzo de 1868, era originario de Florencia y padecía epilepsia. Tan sólo un año después en 1880 se sumaron muchos otros pacientes venidos de toda Europa. Eran parientes de familias ricas atraídos por la notoriedad que el sanatorio estaba adquiriendo. Después de la muerte de Sbertoli en 1898 su hijo Nino Sbertoli, también psiquiatra continuó la gran expansión que había iniciado su padre, ampliación que necesitó más de 25 estructuras.
Los pacientes eran asignados a un pabellón según su condición social, tipo de conducta (agitado, tranquilo, sucio y trabajador) y enfermedad.
Como en los otros manicomios italianos se aplicaban diversas terapias “alternativas” además de las habituales con narcóticos y baños, todavía menos simpáticas, como el uso de la electricidad (electrochoque), hidroterapia de hielo en la cabeza, sanguijuelas y las temibles vesicantes en la cabeza, y en el ano. Torturas en toda regla que causaban sufrimientos indecibles.
Estas últimas consistían en la utilización de compuestos químicos sobre la piel que causaban graves quemaduras químicas y ampollas, muy dolorosas. También se utilizaban para experimentar sobre su “interesante” capacidad de aumentar la sensibilidad en la piel y de la visión (fotosensibilidad). De hecho estos compuestos se han utilizado en las guerras como armas químicas, ya que producen graves quemaduras en la piel y en los ojos.
Durante la IIGM (1943-1944) La ciudad de Pistoia sufrió tres fuertes ataques aéreos, entonces las autoridades decidieron trasladar a los presos de la cárcel de Pistoia a Villa Sbertolli.
Poco meses después en 1944 un grupo de partisanos, atacaron los edificios y liberaron a 54 hombres y 3 mujeres, entre ellos 3 eran judíos.
En 1951 se hizo de uso público y estuvo abierto hasta su cierre en 1978.
LA MISTERIOSA MONJA DEL HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DE VOLTERRA
Dicen que la imaginación te puede jugar una mala pasada. Puede que sea eso, lo que pasa en el manicomio de Volterra. O puede que no.
Según la ciencia algunas ondas sonoras de frecuencia particularmente bajas pueden provocar en el humor vítreo del ojo la sensación de actividad en el ambiente circundante. La imagen de la monja podría responder a este fenómeno. Evidentemente no todas las personas son susceptibles a captar esta baja frecuencia. Pero podría dar una explicación a las visiones que dicen de haber visto algunas personas.
VOLTERRA: UNA CÁRCEL CON PUERTAS ABIERTAS
Además de ser conocida por ser “tierra de vampiros”, Volterra tiene un protagonista que ha sido por mucho tiempo causa de horror no sólo por sus escándalos financieros, sino por sus extrañas muertes. Se trata del manicomio que se abrió en 1887.
Está situado en una finca abandonada cerca del Puente a Elsa en Volterra, un pueblo de la región de Toscana e la provincia de Pisa, como otras zonas del lugar tiene un pasado etrusco que remonta a la edad de hierro.
Como otros en Italia había sido antes un hospicio para los mendigos más pobres de la comunidad, su construcción fue el mayor evento hasta el final del XIX, hasta fue reconocido el 5 de junio 1884 como “ente moral”, y como veremos trajo mucho trabajo y beneficio económico a la comunidad de Volterra.
En 1887 como decimos, abrió sus puertas a los primeros 30 internos que rápidamente fueron 500 mandados del hospital San Niccolò de Siena, que estaba ya saturado como otros muchos en aquellos tiempos y había aumentado el pago diario a 1,50 liras precisamente para disminuir el aflujo de enfermos allí.
Empezó una competencia de precios. Según Volterra el precio que pedían a los ayuntamientos encargados de pagar el coste de sus enfermos (porque la asistencia era pública) era excesivo. Después de varios intentos consiguió un acuerdo más conveniente que beneficiaba tanto a los entes públicos que al Volterra porque en este modo mandarían más pacientes allí que les resultaba más económico, además también atraería a los pacientes “privados” que pagaban por cuenta suya. Y aceptaron la cuota diaria de 1 lira. Así la Congregación de la Caridad de Volterra aceptó el encargo y creó en el antiguo asilo una sección para dementes.
Un año después trasladaron a los ancianos para dejar sitio a los dementes que aumentaban de número. En 1890 tuvieron que alquilar una finca cercana en Papignano para acoger a todos. En 1897 se inaugura oficialmente el “Asilo de Dementes.”
Durante la dirección de Luigi Scabia, se produjo un cambio significativo, una época demasiado productiva y próspera que atrajo dudas sobre su gestión. Inició en 1902 con la llegada en un tren especial de una “tanda” de nuevos internos. Pasando de 282 enfermos en 1900 a 4.794 internos en 1939.
Se construyeron nuevos pabellones y calles internas donde transitar, siempre con la idea de crear un burgo evitando la simetría de las construcciones. Los pabellones fueron llamados con nombres de ilustres estudiosos de la época, como el Ferri, que más tarde hablaremos.
Como otros en Italia, se creó un acueducto, iluminación y hasta un generador de gas de bencina. La “ergoterapia” de la cual hemos hablado antes, la terapia de trabajo, era la base donde se apoyaba la prosperidad del manicomio y la posibilidad de cobrar un precio más bajo por la asistencia.
Pero la idea que aparentaba era la de un pueblo autónomo donde el enfermo no tenía porqué sentirse encerrado. De hecho no existían muros, aunque las puertas y ventanas con rejas se cerraban cada noche con llave y había un férreo control de salidas y llegadas.
Los internos trabajaban al interno en diversas mansiones según sus capacidades, no sólo trabajos manuales como la agricultura y confección de calzado y vestidos, sino también intelectuales, como contabilidad. Trabajaban repartidos en las diferentes repartos, carpintería, confección de vestimenta, panadería, matadero, lavandería, fabricación de utensilios de hierro y cristales, incluso tenía un horno especial para la fabricación de ladrillos, los cuales utilizaban para los diversos usos y necesidades de construcción. Dos haciendas agrícolas-ganaderas gestionadas por dos familias ajenas al instituto, abastecían de productos agrícolas y ganaderos al manicomio, donde los internos proporcionaban la mano de obra gratuita y el centro además de productos vegetales y frutas, ocas y conejos, también recibía un compensación económica.
En 1933 mandaron fabricar en Florencia 70.988 monedas propias con las cuales “retribuir” el trabajo que realizaban, con las cuales los enfermos podían comprar cosas al interno del economato del manicomio, entraba dentro de la terapia de “autofinanciación.”
Tenía un servicio de correos propio donde los enfermos podían mandar cartas a sus parientes o amistades. La recreación era también contemplada como terapia, se hizo muy popular el “Carnaval de los locos”, donde los internos con dotes de recitación y baile entretenían al público (previa entrada pagada, como hacían en otros manicomios europeos que cobraban un penique por mirar a través de las celdas de los locos y entretenerse viendo sus “garambainas”), personal médico y al resto de los internos.
Después de unos años, la prosperidad económica era palpable. Las dudas y ambigüedad sobre la gestión ejercitada por Scabia se puso en discusión. Era evidente que la llamada “terapia de trabajo”, que tanto promocionaba, que desde el inicio se instauró para compensar la baja cuota diaria, inferior al resto de los manicomios de Italia, había contribuido a reducir gastos y aumentar los ingresos, que desde luego no eran destinados a una mejor calidad de vida de los internos, sino del director y de los empleados externos “sanos” que trabajaban allí como personal sanitario, muchos procedentes del mismo pueblo de Volterra y de sus alrededores.
Un procedimiento que muchos los identificaron como “abuso y aprovechamiento sistemático de mano de obra gratuita.” El excesivo “espíritu empresarial” y la falta de escrúpulos de Scabia fue muy criticado. Los internos trabajaban gratis, por lo que no sólo era injusto y un abuso sino inmoral dada su vulnerabilidad.
Toda la fachada de que el enfermo no estaba allí obligado porque no había muros y que alguna vez a algunos privilegiados se les dejaba ir al cine o al bar del pueblo, o a enseñar a leer o escribir a niños de familias campesinas para favorecer la reinserción social era un engaño y otra estratagema para tener a los internos subyugados psicológicamente.
De hecho el mismo Scabia reconoció que la terapia de trabajo “sólo funcionaba al interno del manicomio, y no fuera”. Porque la sociedad siempre “remarcaría la condición de estar “loco” y la eficacia de la terapia se anularía”.
Los internos eran pagados con una moneda propia que no tenía validez fuera, y cuando necesitaban algo de dinero en liras para pagar alguna compra o el cine en el pueblo, cosa que sucedía excepcionalmente era sólo bajo custodia de los “guardianes” y como recompensa por algún favor “especial” que deja a libre interpretación.
Por lo que aquellos excepcionales casos de reinserción social cuando alguno iba al cine o a enseñar a leer, eran sólo una actividad hecha a posta para aparentar, controlada por la gestión del manicomio y no una verdadera oportunidad de reinserción en la sociedad.
Se criticó que el sistema de custodia “no restrainct” tan promocionada por el director. La realidad era otra, era un sistema tan rígido como agresivo, a pesar de no tener muros. La violencia tanto física como psicológica que se aplicaba sobre los internos anulaba su voluntad, autoestima, identidad y autonomía llegando a ser abusiva, injusta y moralmente inaceptable.
La estructura jerárquica piramidal en la que se basaba la gestión del personal sanitario del manicomio(es decir, cada uno respondía sólo a las personas de las cuales dependía directamente), reforzaba un régimen policial típico de las prisiones, cuyo primario tenía el control de todo.
El Volterra era en realidad una cárcel con puertas abiertas, que ejercía su reclusión no sólo en las instalaciones sino al interno de la mente de las personas que estaban allí como pacientes. Se reveló que las tareas de los enfermeros no eran relativas a la cura sanitaria de los enfermos, sino que eran meros “guardianes y superiores”, como así de hechos les debían llamar los internos, que también utilizaban el maltrato, inmovilización con correas y camisas de fuerza, aislamiento, fármacos, drogas y otras terapias de dudosa eficacia clínica.
Los internos estaban siendo instrumentalizados y utilizados, en realidad eran obligados física e psicológicamente a realizar las órdenes impartidas.
Hasta la oficina de correos era ficticia, desde 1978 las cartas que los internos mandaron esperando ser recibidas y leídas por los destinatarios, nunca se había enviado por correos, sino que se habían metido como un folio más dentro de las cartillas médicas de cada paciente.
Al lado al Ferri, estaba el reparto de tuberculosis, el Maragliano, donde en 1948 abrieron una sección también para los menores, donde internaron 500 niños para “reeducarles”. Según los testimonios los gritos y lloros inquietantes e interminables de los jóvenes inquilinos eran cotidianos.
Las mini bañeras encontradas al interno de la estructura testimonian la presencia de los pequeños e inocentes huéspedes que tuvo este manicomio, niños abandonados por un motivo u otro, que seguramente la mayoría no tenían ningún tipo de enfermedad mental y que fueron destinados a vivir en reclusión, sin afecto ni cuidados ni protección.
Después llegaría su declive y su cierre definitivo.
CURIOSIDADES SOBRE EL VOLTERRA
Algunos internos del manicomio (inicialmente 6 y después otros 6, pagados con una propina ínfima) fueron utilizados en las primeras excavaciones arqueológicas realizadas en Volterra donde posteriormente descubrieron el Teatro Romano tan visitado hoy por los turistas.
El primer contacto significativo que tuvieron los internos del manicomio de Volterra con la realidad, fue durante una iniciativa patrocinada por el ayuntamiento en 1973, llamada precisamente “Volterra ‘73”.
Fue una manifestación artística realizada al interno del manicomio en la cual participaron algunos artistas italianos y extranjeros. La iniciativa atrajo arquitectos, escultores y pintores que convirtieron el manicomio al menos por el breve tiempo que duró la iniciativa en un laboratorio artístico.
Sin embargo este intento de reinserción social no tuvo una buena acogida por parte de la gestión del manicomio, la cual reacia al cambio rompió los lazos una vez finalizado.
NOF
NOF, son las iniciales con las cuales firmaba Nannetti Oreste Fernando, un interno del manicomio que llegó a Volterra en 1958. Había sido transferido desde el hospital psiquiátrico Santa María de la Piedad de Roma al pabellón Ferri también llamado “judicial”, después de un ultraje al público oficial y no por estar “loco”. Allí empezó su desgracia que sólo terminaría con la llegada en vigor de la ley 180.
La “obra artística” de NOF o “arte marginal” como llamaban a las creaciones de los artistas internados, quedó impresa en los muros externos del aquel pabellón, largo 180 metros. Hoy es una obra de “art-brut” reconocida incluso a nivel internacional y que es patrimonio artístico de Volterra.
Su “obra maestra” consiste en una serie de anotaciones y escritos donde registraba las extrañas muertes que según él ocurrían dentro del manicomio.
Ahora estos escritos están deteriorados y se están desvaneciendo. Cuando todavía estaban íntegros, el Museo de Losanna de art-brut lo decodificó e hizo una copia. Hoy día sobre el muro del Ferri sólo queda un trozo visible de su “obra”.
LOS FENÓMENOS PARANORMALES DEL MANICOMIO DE AGUSCELLO
En Ferrara en la provincia de Boloña, hay algo especial para los más curiosos que están interesados en algo diferente que no sean los ya tantos monumentos históricos.
Está en Aguscello, localidad más conocida por sus misterios y leyendas que por otro hecho, y que por ello atrae a unos visitadores especiales, el turismo de lo oculto. Y es que aquí se encuentra una de las casas más infestadas de Italia, el manicomio de Aguscello.
Es tal vez uno de los manicomios italianos con más secretos y misterios que existe. Existen dos versiones de los hechos que están relacionados con un único hecho efectivamente ocurrido y documentado, el de un incendio doloso, que constituyen la base de las historias terroríficas que se cuentan sobre las vicisitudes que tuvieron los ocupantes de esta casa privada. Historias que pone los pelos de punta hasta el más escéptico.
Según cuentan, fue un masacro supuestamente efectuado por el pequeño Filippo Erni, de apenas 12 años y afecto de esquizofrenia, y su consecuente suicidio por defenestración. Su habitación muestra hoy día un aspecto desolador y terrible recuerdo de ese acceso de “locura” incontrolada.
De hecho los orbs en algunas fotografías e imágenes de vídeo muestran lo que parece ser la figura de un niño rubio con el pelo desordenado y aproximadamente 10 o 12 años. No se sabe si son fruto de un engaño o efectivamente muestran la imagen fantasmagórica del verdadero Filippo Erni.
Hay varias versiones de lo que supuestamente ocurrió, ni siquiera se tiene la certeza si existió realmente el pequeño Filippo, ya que no se encuentra su nombre por ningún registro oficial. Pero también es posible que su existencia se quisiera ocultar a posta, precisamente por la gravedad del suceso y el escándalo que ocasionó.
Aunque fue terrible lo que hizo Filippo, aún más inquietante fue lo que hicieron supuestamente las monjas que estaban al cuidado de los niños.
La leyenda cuenta que Filippo estaba harto de las rígidas imposiciones, maltratos y vejaciones que las monjas aplicaban a él y a los otros niños del internado. Aquella noche estaba particularmente ofendido y enfadado, había sido humillado públicamente y ninguno de sus compañeros hizo nada por defenderlo.
Por la noche mientras los otros dormían alguien le habló en su cabeza. En un arrebato de “locura” se levantó y se lanzó contra el niño que dormía en la cama de al lado. Los alaridos desconcertados de los otros niños alertaron a la monja de guardia que dormía en una habitación cercana. Cuando llegó, Filippo estaba golpeando repetidamente con los puños unidos el rostro ensangrentado del otro niño. Por la habitación estaban esparcidos los cuerpos sin vida de otros niños. Filippo los había matado. Las monjas encerraron a Filippo en una de las celdas de aislamiento en el piso más alto del manicomio, donde apartaban a los internos más peligrosos y agresivos.
Se cuenta que el niño invadido por un sentimiento de desesperación y agobio corría descalzo gritando por la habitación de un lado para otro, en una de éstas se lanzó hacia la ventana y rompiendo estruendosamente el cristal precipitó al vacío. La caída provocó inevitablemente la muerte de Filippo. Se dice que después de este hecho las monjas decidieron clausurar su servicio en ese manicomio y idearon una estrategia para silenciar a todos los posibles testimonios que habían sido testimonios de la tragedia. No querían ser objeto de críticas sobre los cuidados y reglas que impartían a los niños, así que decidieron encerrar a todos los internos en el piso de arriba y prendieron fuego al edificio con todos dentro.
Otra versión cuenta que se produjo una grave epidemia viral que condujo a algunos niños internados a la muerte. Las monjas temerosas de que la epidemia pudiera infectar también al personal sanitario que eran ellas, encerraron a todos los internos infectados o menos que fueran, en el piso de arriba por algún tiempo dejándolos morir sin asistencia ni comida ni agua. Luego decidieron prenderlo fuego para eliminar el posible contagio de la epidemia. Más tarde enterrarían los restos en una fosa común para eliminar las pruebas, y abandonaron el manicomio sin dar explicaciones.
Dicen que aquí los poltergeist son agresivos. Los golpes son fuertes y contundentes, tal vez como lo fueron sus ocupantes. Pero lo que más asusta son las visiones de esos niños con el rostro desfigurado correr desesperados a través de los corredores inmersos en llamas, que dicen algunos de haber entrevisto entre las ruinas.
Existen varias explicaciones científicas para estos fenómenos paranormales. La visión de objetos inanimados en movimiento podrían responder a un efecto óptico que se produce en el humor vítreo del ojo de algunas personas susceptibles a las frecuencias de ondas muy bajas.
La hipótesis que sea posible una conexión entre diversas dimensiones paralelas o que algunas fuerzas electromagnéticas o gravitacionales puedan mover los objetos también son otras hipótesis en estudio.
Pero siempre queda la duda de lo “sobrenatural”. Algo que escapa de nuestra lógica pero que de alguna manera persiste en nosotros por alguna razón. Tal vez porque nos sentimos culpables de la naturaleza horrible de algunos seres humanos. Quizá por eso tratamos de hacer “justicia” haciendo recordar y no dejando tranquilas las conciencias innobles de aquellos que fueron capaces de realizar aquellas atrocidades.
SOBREVIVIR EN EL MANICOMIO DE AGUSCELLO
Una casa nacida como residencia privada, posteriormente utilizada como hospital para tuberculosos, y después transformada en un lugar de los horrores.
En los archivos oficiales que resalen al 1870 del comité provincial de Ferrara podemos encontrar los documentos que testimonian su pasado histórico, cuando viene comprado el lote de tierra en un asta pública y construido el edificio que después de varios propietarios en 1940, gracias al doctor Giovanni Bernardi y a su mujer Amelia Guerra, se transformó en un hospital para enfermos de tuberculosis.
Fue vendido a la Cruz Roja italiana, y se convirtió en hospital psiquiátrico para niños de edad inferior a 13 años.
Existen muchas incertidumbres durante este periodo de gestión, y sobre todo por su improvisado abandono en el 1970. Las voces locales recogen muchos sucesos macabros ocurridos dentro de aquellos muros, pero también hay fuentes oficiales, documentación escrita perteneciente a la estructura como son cartillas clínicas que están custodiadas en los archivos de Ferrara.
Las voces cuentan hechos escalofriantes, horribles, ocurridos en los 30 años de actividad del manicomio. Pero no sólo son voces, existen testimonios que vivieron en aquellos años, los cuales han narrado torturas físicas y mentales muy graves. Y hasta de que se servían de los niños para utilizarlos como objetos para su experimentación.
Durante años ha habido una clara voluntad por parte de las autoridades en ocultar estos hechos, para eliminar las trazas que permitían de reconstruir el modo de obrar de los médicos y del personal sanitario y educativo que atendía a estos niños.
EL MANICOMIO DE SAN NICCOLÒ
Ahora es el Palacio San Niccolò, edificio histórico de Siena situado cerca de la Puerta Romana, pero antes fue un monasterio y en 1762 se convirtió en la “Casa de los locos” llamada así durante casi cien años (1818-1999) cambió de nombre, llamándose Hospital psiquiátrico.
El pabellón Conolly al interno de la estructura es lo que más llama la atención, es un panópticon. Es uno de los dos ejemplos que existen en Italia. El otro está en la cárcel de San Stefano e la isla de Ventotene.
El recinto en forma de panottico o panóptico permite a un único vigilante de ver a todos los sujetos que se encuentran en la parte inferior, sin que estos adviertan de ser observados. La palabra panottico, viene de Argo Panoptes de la mitología griega, un gigante con 100 ojos considerado un excelente guardián. La idea permite tener un “poder invisible”, una metáfora que ha inspirado muchos pensadores, escritores y filósofos.
En el mundo existen otros, siempre cárceles, en Colombia en la cárcel de Ibaguè, el de Birmingham en el Reino Unido, en la isla de la Juventud en Cuba, donde estuvo preso Fidel Castro, que también fue hospital psiquiátrico y hoy museo. Originariamente destinado a el aislamiento de los enfermos más graves.
El Conolly de Siena se convirtió en los ‘900 en parte de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Siena. Hoy la mayor parte son ruinas silenciosas donde reposan sólo la memoria de las miles de vidas desgraciadas y olvidadas que malvivieron entre esos muros.
También en aquellos tiempos cuando aún estaba abierto la atmósfera de segregación y abandono era tan irremediablemente opresivo y angustioso como ahora. Resultaba difícil estar alegres, a menos que fueras como María. Ella tenía una insólita sonrisa en los labios y siempre estaba dispuesta a contar con entusiasmo las muchas historias interesantes de su vida.
Ha María le habían diagnosticado una particular patología, un delirio de grandeza. Su gran imaginación hacía entrar rápidamente a cualquier que la escuchase en su particular universo donde grandes personalidades y acontecimientos sumergían a los oyentes en un profundo silencio de curiosidad y expectación.
La personalidad de María escondía grandes secretos y notas subterráneas capaces de hacer encender la curiosidad hasta del médico psiquiatra del manicomio, que atento apuntaba cada particular de sus “vivencias imaginarias” en su cartilla clínica, hoy custodiada en los archivos.
Cuando María entró en el manicomio en 1889 no era la única paciente que tenía “aires de grandeza”, otro paciente con “frenosi” (así llamaban antiguamente a la demencia) paralítica había firmado en su cartilla clínica como: “Edmondo Napoleone Bonaparte Weys di Savoia Cargnam Imperatore e Messia.” parecía que no contento del todo con su genealogía ya principesca y napoleónica, encima era también Mesías.
El delirio de grandeza de María era un ejemplo diverso, según había sido diagnosticado era una “monomania intelectiva”, obsesionada con una sólo idea. Trastorno hoy día tan esparcido entre la población “sana” pero a menudo no diagnosticado.
María Sandroni, que era su nombre real llegó a San Niccolò el 13 aprile del 1889, con 31 años. Había sido de profesión camarera y condición de origen “pobre”. Había residido originariamente en Cecina pero por su trabajo había viajado por media Italia. La anamnesia es muy rica en detalles, su padre era “nervioso y colérico”, su madre era “melancólica”, una tía sufrió de convulsiones.
Cuando cumplió 17 años fue mandada con el hermano que vivía en Florencia. Pero él la mandó a trabajar fuera, a servir en casas de familias lejos de él, así se quitaba del deber de sustentarla.
Por causa de una “pasión amorosa” que probablemente la distrajo de su trabajo, la patrona la despidió. Encontró otros trabajos en Roma, Bibbona y más tarde en Cecina, pero siempre terminaban por despedirla. Nunca logró mantener un trabajo, porque según el médico, “se le subía la cabeza con pensamientos de amores más o menos imaginarios que la distraían de sus labores.”
Cuando llegó al manicomio de Siena su patología estaba en un particular y florido momento. Las historias que contaba estaban estructuradas con una increíble cantidad de detalles culturales y de la situación política de aquel entonces que sorprendió incluso al médico, dado su origen inculto.
En su primer coloquio María cuenta al médico psiquiátrica que “había sido proclamada Santa y que por esa razón su cuerpo purísimo no podía ser poseído más que un rey o príncipe de sangre real.”
Además en ese momento “estaba en curso un ardiente amor con el Príncipe de Nápoles,” que era el título con el que entonces se identificaba el heredero al trono de la Casa de Savoia. En 1889 el rey de Italia era Umberto I y el heredero que después le sucedería en 1900 era Vittorio Emanuele, precisamente Príncipe de Nápoles de María.
Según ella, el rey Umberto no se oponía a esta relación y no había prohibido un futuro matrimonio, por lo que Vittorio Emanuele, Príncipe de Nápoles y futuro rey, recambiaba su mismo amor a María.
Como era de esperar los obstáculos según María venían del Papa Leone XIII, que buscaba la alianza con Francia para restablecer el reino Pontífico. Para ello ofreció en secreto hacer esposar el príncipe Vittorio con alguna princesa francesa, y no con María. Por eso según María el papa Leone XIII la odiaba y no pudiendo quitar su santidad, de la cual era dotada, la hizo encerrar en el manicomio diciendo que estaba loca.
El príncipe según ella, siempre la ha querido y la seguía queriendo. Dijo que después de varios días de estar internada en Pisa, incluso la visitó en el manicomio el príncipe junto a su majestad el rey Umberto, el padre, y la hizo descender de la cama y los tres conversaron juntos amablemente por un tiempo.”
Antes estos fantásticos enredos amorosos en su primer coloquio, el médico no pudo hacer más que escuchar y no tratar de interferir, ya que cualquier intento de cimentar en la paciente la realidad podría ser dañoso.
El médico en su segundo y tercer encuentro, empieza a ponerla al corriente del hecho que se encuentra dentro del centro. María parece retroceder hacia la realidad, pero sólo dura un instante. Enseguida se para y rápidamente se mete de nuevo en su mundo.
“Afirma de hecho que aceptaría de esposar un tal Bibbona, de origen más modesto, y hasta Bencini, ambos pretendientes que le habían “tirado los tejos”. Después cambia de tono y explica como su actual rol privilegiado en el política europea le ha permitido impedir la guerra entre Francia e Italia.”
Durante el internamiento María se muestra una persona modesta, tranquila y hasta humilde. No crea particulares problemas de gestión, sus “aires de grandeza” sólo se activan cuando alguno la estimula para hablar. Entonces entra de nuevo en su mundo imaginario y empieza una interminable logorrea que no acepta de ser interrumpida ni por un momento.
El conflicto interno de María es similar a lo que Freud describiría sólo después de algunos años, como “romance familiar”.
Los pacientes afectados de este síndrome crean una vida paralela a la suya propia “romanzada”, consecuencia de no haber encontrado en la vida real, ni siquiera en familia (padres y hermano), nadie que la amase y la apreciara así como ella era. La carencia de afecto había formado un hueco tan grande que sólo la imaginación podía llenar. Su mente necesitaba crear una escapatoria, descartando así el camino de la depresión, y experimentando un método más complicado, el de la fantasía.
Y puestos a imaginar, ¿porqué ponerse límites? Debió pensar María. Más vale hacerlo a lo grande. Siendo Santa y colocándose en el centro de la política europea de aquella época y aspirando al mejor “partido” de Italia, el Príncipe heredero. Es entrañable ver el tentativo de María de salvarse a través de la fantasía.
Durante los 10 años sucesivos el ensueño de María se aquieta y pierde ese don de la inventiva que tanto fascinaba a sus oyentes. Ninguno la siente hablar, ninguno la pregunta nada y entonces la historia de María se fue esfumando inexorablemente en la profundidad del anonimato del aquel manicomio.
Estamos en 1898, en la última anotación en su cartilla clínica menciona que María sería transferida al hospicio de mendicidad de Volterra (ya mencionado en este artículo), precisamente cuando existía entre ambos manicomios una competición de precios.
El manicomio de Siena había alzado los precios de su cuota diaria a 1.50 liras, y Volterra que empezaba a lanzarse en el mercado de las curas, se empeñó en no subir de 1 lira. Así muchos pacientes que estaban en Siena, fueron trasladados a Volterra donde el gobierno de las provincias encargadas de sostener el coste de las curas gastaban menos.
No se sabe si María se curó y dejó de decir “mentiras”. Porque parece que de eso trataba su enfermedad. Pero quién no ha dicho nunca alguna mentirijilla? Tal vez María empezó así, poco a poco, por una necesidad psicológica, de afecto, el cual le habían negado. Y se fue encastrando distraída dentro de aquel juego tan emocionante como adictivo. El artificio y la mentira la transportaba a un mundo irreal, pero aquellas emociones eran las únicas que la hacían sentir amada y querida del mundo.
En aquel manicomio quedaron las historias de María, historias de su santidad, de sus importantes amistades reales y de secretos amorosos. Hoy las recordamos para dar testimonio que detrás de cada interno enfermo o menos que fuera, siempre había existido una persona. Con sentimientos, afectos y emociones como cualquier otra persona, que sólo quería ser tratada con humanidad.
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