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ENTRE SANTOS Y BEATOS: ¿QUIÉN ES EL ABOGADO DEL DIABLO REALMENTE?

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ENTRE SANTOS Y BEATOS: ¿QUIÉN ES EL ABOGADO DEL DIABLO REALMENTE?

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Todos hemos escuchado o incluso hemos tenido que desempeñar este papel infame en algunas de nuestras discusiones o conversaciones. Tomar las partes del «malo de la situación” a veces se vuelve incluso necesario, aunque difícil, sobretodo cuando asumir esa parte nos permite considerar nuevos y diferentes puntos de vista a veces en conflicto con el original, mejor aceptado y por lo tanto más fácil de defender, pero que nos permite tener una perspectiva mucho más completa y real del tema.

¿Pero de dónde viene este notorio «abogado» con esta ardua tarea de defender lo indefendible en aras de la objetividad?

Pocos pueden imaginar que detrás de la concepción simbólica del abogado del diablo hay exactamente eso: el abogado del diablo.

Y sí, lo entendiste bien, no es una mera metáfora, sino una realidad concreta e histórica. El abogado del diablo realmente existió.

¿Y dónde, te preguntarás? Obviamente en el lugar donde una ferviente imaginación combinada con un sentido excepcional de vanagloria y junto a un indiscutible poder decisional y social, realmente pueden hacer cualquier cosa: la religión.

Es precisamente en la religión católica, en particular, donde todo a dado inicio.

EL ORIGEN DEL ABOGADO MÁS FAMOSO DEL MUNDO

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En el cristianismo es conocida la existencia y la veneración de grandes figuras que destacaron por su devoción a Dios tanto de convertirse en su instrumento divino en la vida como en la muerte, los llamados santos. Habrás oído hablar de ellos.

Y como la historia nos recuerda, nada de lo que la Iglesia ha establecido ha sido nunca banal o superficial, sino todo lo contrario.

El origen del notorio dicho tan famoso en el mundo radica precisamente en el procedimiento mediante el cual una persona se vuelve oficialmente santa, llamado proceso de canonización.

De hecho, esto prevé la presencia de figuras que testifiquen y defiendan la validez espiritual del difunto para que pueda ser aceptado para su proclamación de santidad. Y dado que este es un tema de extrema relevancia y criticidad, especialmente para la comunidad religiosa católica, ciertamente no es tomada a la ligera y nada es dejado al «azar», por así decirlo. De hecho, en el proceso es prevista una parte igual y opuesta a la «favorable», una figura que, con el objetivo final de lograr una imparcialidad de los hechos indiscutibles, se encarga de buscar evidencias, refutar y cuestionar la verdadera santidad de la persona candidata, convirtiéndose, de hecho, en el llamado «Abogado del Diablo «, mote afiliado por la gente por su afiliación y correlación indirecta con la causa del mal y su inevitable oposición a la del bien.

Así, un sacerdote o cura, convenientemente, también abogado, cumple su función de Fiscal Público como en un tribunal jurídico real, negando la legitimidad del proceso de canonización.

Si alguna vez habéis pensado que deberían haceros santo o santa por todas esas irritantes cosas que dejáis pasar todos los días sin enojaros y ahora que sabéis más parece aún más tentador, apuesto a que igual te lo repiensas, una vez visto la procedimiento de cómo se lleva a cabo este proceso de «santificación».

EL ORIGEN DE LOS SANTOS Y LA CANONIZACIÓN (PARTE 1)

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Por canonización entendemos el procedimiento por el cual, en la religión católica, se declara que un difunto que se encuentra en el Paraíso es considerado digno de santidad en todos sus requisitos y autoriza su veneración y adoración incluso fuera de su propia iglesia local, por lo tanto, para la iglesia universal, a diferencia de la beatificación.

Pero el concepto de santo no siempre ha estado presente, de hecho podemos volver a su significado y función hasta los mártires en el momento en que ser cristiano era causa de persecución, y en las comunidades cristianas era considerado digno de veneración el que se negase a repudiar a Dios por su propia supervivencia y fuese matado por eso. Los mártires fueron, por lo tanto, los primeros santos de la historia y, de hecho, existe documentación de los fieles para conmemorarlos tal y como los santos de hoy en día, con los llamados martirologi.

Fue después del edicto que permitió la libre profesión de culto y con la cual la figura cambió y comenzó a adquirir la concepción que tenemos ahora de los santos con los confesores, cristianos que pertenecían a ese grupo que había sobrevivido al masacre sin desviarse del camino espiritual, aunque superando dolor insoportable igual al de los mártires que los precedieron.

La elección y aceptación de estos santos confesores fue un proceso social espontáneo y libre de cualquier regulación o procedimiento, al menos hasta que la estructuración del órgano de la Iglesia y los obispos que lo encabezaron vieron en él una oportunidad valiosa para desviar a sí mismos la adoración a tan grande escala que estas figuras despertaron en la población, y el control social que se derivó de ella.

La figura del santo se convierte así en un emblema espiritual en toda regla y con ella se endurecen las medidas para la proclamación de los nuevos santos, como in primis, el requisito principal de un milagro, la redacción de la Vida del difunto y, por supuesto, la autorización del consejo clérigo que tenía el poder deliberativo. Sin embargo, se podría aún convertirse en santos a través del martirio.

Más tarde se apretó aún más el procedimiento, con la adición de nuevos requisitos, tales como las pruebas de testigos, osea, todas aquellas en favor de dar fe de la veracidad de los hechos (siempre que de «hechos» se esté realmente hablando) y sobre todo la decisión del Papa para centralizar en sí mismo el máximo y último poder decisional y por lo tanto el monopolio de la santificación que tanto influyó en la creencia popular, con el fin de determinar quién era digno de ser santificado y quién no lo fuese, definiendo así el proceso de canonización oficialmente.

SANTOS Y BEATOS: ¿CUÁL ES LA DIFERENCIA?

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Es bueno hacer una pequeña aclaración sobre la diferencia entre santo y beato, ya que el proceso de canonización, de hecho, requiere la beatificación como una de sus etapas para completarse, y es precisamente por esta razón que a quien se le otorga el título de Santo, también se le atribuye el título de Beato como su «subordinado» en la jerarquía espiritual. Este concepto será más claro en la explicación de las diversas fases concretas del proceso canónico que hago más adelante, es suficiente saber que la beatificación corresponde a un milagro y que la veneración de los beatos solo está autorizada en las diócesis locales de estos, pero es necesaria una canonización de los bienaventurados, que se ven transformados así en santos, por lo que se puede realizar el culto en cualquier lugar.

EL ORIGEN DE LOS SANTOS Y LA CANONIZACIÓN (PARTE 2 )

En la canonización formal así definida, se precisa la metodología de todo el proceso, en la que se reitera que el veredicto definitivo es dictado por el Papa, quien posiblemente, si fuese necesario, puede dar la facultad en su lugar a otros obispos, todo para sofocar las «fugas de poder» a través de los santos no oficiales, es decir aquellos que no estén aprobados por ellos, con esta sencilla pero dirigida centralización estratégica, digna de una figura y una institución cuyo puesto ha tenido sujeto durante tantos siglos, ciertamente no con las simples oraciones del domingo.

A este requisito se agrega la condición de otro segundo evento milagroso que debe tener lugar post mortem para ser reportado a la nueva Congregación de Ritos instituida precisamente para dirigir toda la metodología del proceso siempre acompañada por el concilio eclesiástico o Consistorio.

De aquí como se puede bien intuir de la evolución histórica que os he expuesto, todo el proceso no hizo más que refinarse y complicarse en cada una de sus facetas y direcciones, convirtiéndose en un verdadero órgano legal-eclesiástico completo con sus oportunas fases de investigación y evaluación metódica y jurídica tal, de ser envidiado por el sistema judicial de la época, que asimismo era obsoleto y carecía de la inventiva táctica y calculadora que han demostrado siempre los obispos de la Iglesia, los cuales retenían la posición decisional por encima de todos si no para el obispo de la Iglesia Universal, que era su autoridad absoluta e indiscutible, o el Papa.

LAS FASES DEL PROCESO DE SANTIFICACIÓN

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Las diversas etapas del proceso canónico tienen lugar como ya se mencionó, un proceso muy preciso que puede durar muchos años :

Hay que decir que existe una diferencia en la sustancia, que se deriva de los orígenes de la canonización que les expliqué anteriormente, donde al hacer la solicitud de santificación se define que la muerte de los fieles difuntos no fue por causas naturales, sino que más bien resulta ser que fue una muerte debida al odio hacia la fe cristiana, de la cual la persona nunca se ha alejado incluso en sus últimos momentos de vida, definiendo así el martirio y como tal, el proceso se facilita y simplifica, como lo fue en su tiempo, en la época de las persecuciones si os recordáis, en busca exclusivamente de la veracidad de tal acontecimiento para después concluir con la santificación si el resultado fuese positivo.

Fácil, ¿verdad? Casi sería de hacer balance con todas esas jornadas vividas en agonía con el ex. Así finalmente ese martirio se puede revelar útil para potencialmente convertirse en santo «sin pasar por la salida» y sin tener que convertir el agua en vino, o multiplicar el pan, para llegar a los 2 milagros.

Si por el contrario, se quiere pasar por el camino más largo, entonces se convierte en santo confesor, término que se refiere al hecho de que la persona haya confesado/profesado su propria fe en la vida y, por lo tanto, define así la verdadera y propria categoría de los santos como la conocemos nosotros.

La fase inicial es esa de solicitar la santificación por parte de un representante llamado postulado, de una persona difunta de al menos 5 años para evitar elecciones apresuradas influenciadas por el evento demasiado reciente, y sabemos cuánto la objetividad es un factor importante para Iglesia Católica, tanto para instituir la figura jurídica del Abogado del diablo solo para reiterar este punto.

La aceptación hoy día, ya no depende de la Congregación de los Ritos como lo fue un tiempo, ya que se dividió en dos creando su sucesor directo la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y dejando el encargo de gestionar las solicitudes y realizar la sucesiva gestión del proceso a la nueva Congregación para las causas de los santos.

Todas estas congregaciones son una parte integral de la Curia Romana que gobierna el Estado de la Iglesia junto con el Papa en todas las funciones como verdaderos y proprios ministerios, con ministros o prefectos, que se encargan de dirigir los diversos compartimentos, que ahora se reducen a un pequeño número limitado, pero que en su tiempo abarcó todos y cada uno de los aspectos y sectores que consideraban importantes para la sociedad, llegando a tener el control a través de este tipo de «ministerios» de cosas como el censo, el agua, las fronteras y muchos otros asuntos políticos y sociales relevantes para la protección de los intereses de la Iglesia y, por lo tanto, el predominio sobre ganancias y beneficios directamente de la fuente.

Un nota interesante acerca de los requisitos de aceptación (sí, hay requisitos para esto también!) sobre quien viene hecha adrede una investigación diocesana es la fama sanctitas y la fama signorum, respectivamente, la condición necesaria que el difunto tenga o goce de una «fama» entre la gente entorno al dono de santidad, de la cual viene solicitada la legitimidad y una fama de la presencia divina en la vida del devoto. En resumen, una especie de “influencer” espiritual.

Este reconocimiento inicial otorgaría al difunto el título de Siervo de Dios.

En la segunda fase, comienza el famoso proceso del aspecto jurídico-administrativo, en el que se define un Relator de la Causa, o el que recopilará y enunciará todas las informaciones y los testimonios que le dé el postulado y de la investigación previa sobre la diócesis, en tesis específicas a favor de la santidad del difunto, pero en particular de las virtudes heroicas demostradas en la vida.

Y es aquí que interviene el nuestro legal del mal a favor de lo contrario, desmintiendo los hechos y las pruebas, y sosteniendo y apoyando al contrario la tesis de la falta de santidad de la persona, tales como la desobediencia o comportamientos inadecuados no acordes con el papel de santo.

DATO CURIOSO: LAS VIRTUDES HEROICAS

Para aquellos que no las conocen, las virtudes cristianas son 7 en total y se dividen en virtudes teologales como la fe, la esperanza y la caridad y virtudes cardinalescomo la prudencia, la justicia, la templanza, la fortaleza . A estas se pueden agregar otras más específicas del estilo de vida de la persona devota. Importante subrayar la importancia que viene señalada sobre el ejercicio heroico que se debe hacer sobre las virtudes para que el proceso sea válido. Una vez más se tambalea al borde de la subjetividad y la especulación, pero es necesario recordar que se habla siempre de religión y entonces de esta manera todo es justificado, aunque si se llegase a una simpática contradicción del porqué de esta necesidad de una excesiva complejidad por un acontecimiento de fe. Dejo a vosotros vuestras consideraciones.

Si el abogado del diablo no puede negar ni confutar la tesis del postulado y del relator y las virtudes heroicas son validadas en el proceso, se llega al veredicto positivo por parte de un congreso adrede de los nueve teólogos, de la Congregación de las causas de los santos y, finalmente, del propio Papa, que finalmente confieren a la persona el título de Venerable. ¿Venerable? Sí. No santo, lo entendiste bien.

¿Creías que había terminado ahí? Pues, no, el mismo proceso se repite pedantemente en todas sus partes, pero esta vez para la legitimación del primer milagro del difunto después de su muerte, también llamado fase de beatificación, ya que para ser beato solo se necesita un único milagro post mortem como prueba de la intervención divina.

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Así que también aquí se recogen pruebas y evidencias a favor y en contra de la validez del supuesto milagro, que pueden ser de varios tipos, pero el más común es el del cuerpo no corrupto, es decir, que no sufre descomposición después de la muerte, y a menudo está relacionado con otro milagro que es el llamado «olor de santidad», o el presunto olor de flores expelido del cuerpo en vez del habitual y irreverente olor de muerto que todos nosotros tendremos una vez que estiremos la pata.

También aquí, si se reconoce el milagro, viene concedido al difunto en esta ocasión el título de Beato.

Y como era de esperar, después del primer milagro viene el segundo, y con él todo el proceso ceremonial idéntico al anterior, y uno se pregunta ¿por qué nadie pensó en unir las dos pesquisas sobre los milagros en una única fase?, pero supongo que esto también debe considerarse como otro de los misterios de la fe.

Al final de esta última evaluación y control, esta vez de verdad, si el veredicto es positivo (y llegado a este punto después de tantos procedimientos metódicos y controles yo me revolvería en la tumba si no resultase así, y me alzaría solo para realizar el bendito segundo milagro en su versión de la resurrección) se declara a la persona con el título de Santo, con la autorización de culto para la Iglesia Universal.

Para aquellos que se perdieron entre una beatificación y la siguiente, hago un pequeño resumen de los pasajes, para aquellos que deseen intentar el empleo (recuerden escribirme en los comentarios cómo les fue si lo intentan) :

Para los santos mártires

– Solicitud de canonización para mártires

– Primera y última fase de investigación sobre la veracidad del martirio (que ya define las 7 virtudes heroicas)

Título: Santo Mártir

Para los santos confesores

– Solicitud de canonización para confesores

– Primera fase de investigación sobre la fama sanctitas y fama signorum

Título: Siervo de Dios

– Segunda fase de investigación para la validez de las virtudes heroicas con el Relator y con el Abogado del Diablo en oposición

Título: Venerable

– Tercera fase de investigación para la legitimidad del primer milagro post mortem (mismo procedimiento que el anterior)

Título: Beato

– Cuarta y última fase de investigación para la legitimidad del segundo milagro post mortem (mismo procedimiento que el anterior)

Título: Santo

CURIOSIDADES EN EL MUNDO DE LOS SANTIFICADOS

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Es interesante comentar algunas consideraciones curiosas ahora que tenemos una visión general del modus operandi del proceso canónico.

La primera es que, como ya sabemos, el Papa tiene el poder decisional definitivo y absoluto sobre todo, y es por esto que este proceso de canonización puede ser de hecho banalmente obviado si lo solicita el propio Papa, que confiere así a la persona una beatificación o/y la canonización «express» donde no se requieren más investigaciones, excepto la reputación pública de santidad del devoto, y se llama canonización equivalente.

También os será de gran interés saber que el proceso canónico no sólo tiene una gran similitud con el sistema jurídico como una estructura, sino también con lo relativo a los salarios legales. De hecho, los sacerdotes-abogados, los cuales pertenecerían todavía en la actualidad el abogado del diablo si no hubiera sido suprimido como figura en 1983 por el Papa Juan Pablo II (¿adivináis por cuál motivo? Para reducir el proceso, el cual se estaba haciendo demasiado largo) de hecho están provistos de una tarifa honoraria en plena regla, además de tener un fondo para los costos de gestión del proceso que consiste en donaciones. La segunda se basa más en una observación que quizás algunos de vosotros ya habéis observado sobre la cuestión de la santidad.

Si leyendo este artículo, has visto que el camino del santo no es para ti, te consolará saber que cuando mueres y finalmente llegas al Paraíso, automáticamente te conviertes en santo «ad onorem» junto con los ángeles, simplemente porque estás ante Dios y por lo tanto por la comunión de los santos.

¿Lo tienes ahora? Así es, el día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, se celebran todos los Santos, incluso aquellos que no están canonizados.

Regresando a la figura más singular del proceso, es decir, el Abogado del diablo, aunque personalmente me siento un poco defraudado por el hecho de que ha sido eliminado cuando eran otros los elementos molestos y exagerados para erradicar en mi opinión, sigue siendo uno de los elementos más fascinantes, del cual ha derivado un modo insólito de decir conocido en todo el mundo.

Si quieres, ya sabes, no dudes en compartir tus opiniones y pensamientos sobre este interesante argumento en la sección dedicada abajo. ¡Me gustaría conocerlos!

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