8 + 1 EFECTOS DEL COVID-19 SOBRE EL MEDIO AMBIENTE
Es curioso pensar, pero sobre todo es sobrecogedor como tan sólo unos meses de “parón” en las actividades económicas globales pueden causar tan graves y alarmantes consecuencias tanto económicas, sociales, como sanitarias y medioambientales.
Si tan sólo este evento, está causando tantas secuelas, imaginemos entonces, cuáles y cuántos efectos habrá podido causar la actividad del hombre durante siglos y siglos de tanta transformación forzada y cambio del planeta.
Ninguno pone en duda, que la acción del hombre sobre nuestro planeta, ha sido desconsiderada y atroz; guerras, genocidios, pobreza, desigualdades e injusticias de todo tipo, además de ecosistemas destruidos, especies extintas, un cambio climático irreversible, el cual, quién sabe dónde llevará a las futuras generaciones. Y precisamente porque serán las generaciones futuras a encontrarse con los efectos de esto último, no lo vemos como prioritario ahora.
A este propósito, para estudiar y prevenir eventos como éste del COVIC-19 y otros, la NASA ha puesto a disposición sus satélites, que durante todo el periodo de la pandemia no han dejado de orbitar entorno a la Tierra, recopilando datos e imágenes que servirán de estudio para revelar los cambios sufridos en diferentes exploraciones del medio ambiente, revelando así su conexión con el COVID -19.
Para ello la División de Ciencias de la Tierra de la NASA ha financiando ocho proyectos de investigación puntuales para determinar la relación del COVID-19 con los cambios producidos en el medio ambiente en esos meses de “parón” productivo, restricciones y cuarentena. Veamos cuales son:
EFECTO 1
LA PROPAGACIÓN DEL VIRUS, MONITOREO DEL POLVO VIAJERO
El virus podría haber viajado atrapado entre las partículas de polvo, impulsado por el viento, y haber llegado a otras zonas del planeta.
De esto precisamente se ocupa la investigación del profesor Pablo Méndez-Lázaro de la Universidad de Puerto Rico en San Juan. Su equipo es el encargado de examinar si el virus del COVID-19 podría haber viajado a través del polvo africano, transportado por el viento desde el desierto del Sahara, que cada temporada entre mayo y agosto cruza el océano Atlántico y llega a las costas del Caribe.
El estudio epidemiólogico combina una serie de parámetros, como son los datos de algunos estudios clínicos y de elaboración de vacunas, datos sociales y ambientales junto con el Servicio Meteorológico Nacional, además de los datos e imágenes ofrecidos por el MODIS y el Sistema de Monitoreo de la Atmósfera Copernicus de la Comisión Europea.
Según los datos del profesor Méndez-Lázaro, los casos de Corona virus aumentaron drásticamente durante el periodo del evento del polvo africano, cuando ocurrió el evento llamado “Godzilla” en junio del 2020. Los satélites CALIPSO, GOES-East y otros observaron y mandaron datos sobre su inusual alcance, una impresionante columna de polvo, que midió hasta 6-7 km de altitud, aunque cuando llegó al Golfo de México la columna había descendido a 3,5-4 km.
Aunque se ha demostrado que este evento deprime la formación de huracanes y proporciona nutrientes vitales a la selva amazónica, en esta ocasión se temía trajese también el virus del COVID-19.
De todas maneras, hasta que no hayan más datos que demuestren su causa-efecto, estos hechos son sólo correlativos y no implican una causalidad.
EFECTO 2
INSEGURIDAD Y DESCONFIANZA EN EL SECTOR ALIMENTARIO
Como en muchas otras ocasiones cuando surge una crisis, no se entiende muy bien, o al menos los profanos en la materia nos cuesta entender al principio, porqué la crisis en un sector económico afecta indirectamente en otro completamente diferente. Claro siempre se le da la culpa a la globalización, que de hecho es el pretexto favorito utilizado en los últimos años, un proceso económico-social muy complejo sin duda, en el cual detrás también está la voluntad de los gobiernos y sus intereses económicos.
El hecho es que siempre pagan el pato los sectores menos favorecidos y sobre todo los consumidores. En este caso ha sido el del maíz, el que ha tenido que pagar las consecuencias de la limitación de los viajes aéreos. A simple vista, no negaremos que es difícil de entender la relación entre ellos, pero en realidad está todo bien relacionado.
La disminución de vuelos hizo bajar el consumo de etanol, un compuesto químico que mezclado con gasolina se utiliza como combustible, no sólo para los coches sino, precisamente también para los aviones, que además lo consumen mucho. Su elaboración se obtiene a partir de la fermentación de ciertos azúcares de origen vegetal, caña de azúcar, melaza, sorgo, remolacha, en EE.UU. precisamente se utiliza el maíz, ¿quién lo iba a esperar?
Además, las limitaciones en la movilidad hizo impracticable el trabajo de monitoreo que regularmente se realizaba en las granjas para recopilar datos sobre el cultivo. Un control que el Departamento de Agricultura de EE.UU (USDA) realiza en las granjas cada temporada para poder prever el progreso y las condiciones de los cultivos de maíz. La falta de estos datos y de información sobre la producción de maíz, provocó incertidumbre en los mercados agrícolas, e hizo devaluar los precios.
El monitoreo de los campos de cultivo a través de las imágenes satelitales siempre han sido de grande ayuda cada temporada para poder analizar y controlar el crecimiento de los cultivos, tanto del maíz como el de la soja, e incluso el del trigo que se cultiva en invierno en Rusia. En esta ocasión ofrecerá la posibilidad de avalar las informaciones que el USDA a presentado al respecto, ofreciendo datos concretos sobre el abandono o menos de los campos de cultivo, y de su crecimiento durante la pandemia.
EFECTO 3
A RIESGO LA LLAMADA “ECOLOGÍA DEL FUEGO”
El fuego se ha utilizado desde antaño como un instrumento para gestionar y controlar la exuberancia de los bosques y de los campos. En el sureste de EE.UU. la quema controlada tiene además profundas raíces históricas.
Esta práctica se remonta a los nativos americanos, y para muchos forma parte de la cultura local. Los indios nativos la adoptaron de los primeros europeos que se asentaron en el lugar. Según ellos la quema controlada de bosques y campos, proporcionaba mejorías en muchos aspectos. Siendo mayormente en aquellos tiempos criadores de ganado, esta práctica proporcionaba un entorno más adapto y propicio para esta actividad, ya que mejoraba las condiciones y la abundancia del forraje y de los animales en libertad, era además un buen sistema para el control de plagas y también favorecía la visibilidad del entorno y sus accesos.
Con el tiempo esta práctica se ha arraigado como una usanza y práctica habitual, y ha evolucionado para otros objetivos. Por ejemplo en la actualidad, la quema prescrita en muchas comunidades se realiza por motivos de seguridad. Mantener el bosque limpio de excesiva vegetación en los llamados “cortafuegos” es una práctica que evita y previene la expansión de un potencial y casual incendio forestal. Esta quema controlada de pequeños espacios entre grandes extensiones de bosques permite mantener libre de combustible una vía en el caso se produzca un incendio, que evita o minimiza la expansión del fuego y permite el acceso a los servicios de bomberos.
Es evidente que esta práctica, aunque prescrita, es decir permitida oficialmente y declarada conveniente, como cualquiera que produzca una combustión, no es priva de emisiones de humo y sustancias tóxicas a la atmósfera, pero se consiente, se supone que por un bien mayor.
También es verdad que en algunas comunidades principalmente de Europa, se han optado por otros métodos menos contaminantes y más naturales, aunque también menos convencionales, por ejemplo, la utilización de animales como los mulos y borricos, que en algunas comunidades existen en abundancia y no saben que hacer con ellos, ya que en la actualidad son animales de poca o nula importancia comercial. En este caso, la tarea encomendada a estos animales es la de eliminar comiendo las plantas que van creciendo en los cortafuegos, y así mantenerlos libres de yerbajos, es decir realizan un mantenimiento totalmente ecológico y natural. Todo sea para conservar mejor la naturaleza y no utilizar productos químicos o fuego para quemar las hierbas.
Las quemas controladas también se realizan para deshacerse de la excesiva acumulación de material leñoso después de la tala de árboles con fines comerciales. Ramas y restos que no son rentables para el comercio de la madera o de la leña. En este caso la contaminación causada está menos justificada, pero se consiente para eliminar esa acumulación que se considera un potencial combustible en el caso de producirse un incendio accidental, y evidentemente por intereses económicos.
Otra justificación para la quema prescrita de los bosques ha sido la polémica y contradictoria entorno a la caza de la codorniz, que en muchas plantaciones privadas y públicas del sur de EE.UU se considera una tradición popular y hasta “ecológica”.
Una usanza que viene de lejos, tal vez traída también por los europeos, tan aficionados a la cacería. Una polémica que hoy día aún está presente, y que tiene tanto partidarios como refractarios. Según los gregarios de esta práctica, la quema de bosque y campo favorece el hábitat de la codorniz, su objeto de cacería. Por lo que existe toda una estrategia y planificación entorno al método de quema tanto en tiempos y modos para que se regenere de nuevo un hábitat, más favorable para que abunden las codornices. En este modo las plantaciones se convierten en lugares perfectos de recreo para muchos aficionados a la caza de esta ave.
Por un tiempo se consideró una práctica irrespetuosa con el medio ambiente, y hasta poco patriótica, que destruía el hábitat de muchos otros animales y plantas victimas de las llamas desconsideradas, para favorecer sólo una afición moralmente discutible y no necesaria. Las quejas y oposiciones contra esta práctica se hicieron sentir por gran parte de la opinión pública. Sin embargo más tarde, algunos biólogos avalaron que dicha práctica no sólo favorecía un hábitat para las tan codiciadas codornices, sino también para otras especies que no eran de interés para la caza, como son el pájaro carpintero de cresta roja, la tortuga de tierra, etc, por lo que de nuevo se recuperó su práctica hasta que fue aceptada gradualmente.
Todos los incendios, tanto prescritos como accidentales provocan la emisión de gases y humos contaminantes a la atmósfera, además de la pérdida de una parte de la biodiversidad del ecosistema preexistente. La regeneración posterior de un hábitat destruido por el fuego es un proceso natural que se produce siempre después de la destrucción del precedente, recuperando los nutrientes depositados en el entorno. Es evidente que el nuevo hábitat puede favorecer el crecimiento de algunas especies interesantes a nivel ecológico o para la caza, por eso la llaman “ecología del fuego”, pero eso, ¿puede de verdad justificar la destrucción del anterior ecosistema? O es simplemente una justificación más que solapa sólo intereses banales innecesarios.
Como hemos visto los incendios intencionados para impulsar la biodiversidad y reducir cargas de combustible en los bosques, es una actividad habitual en muchos lugares. Con las restricciones del COVID-19 estas prácticas se detuvieron, dejando los bosques y zonas susceptibles a posibles incendios. Sin custodia ni protección en este sentido, han sido expuestos a mayores riesgos de incendios forestales descontrolados y más graves.
Gracias al Visible Infrared Imaging Radiometer Suite (VIIRS) del satélite Suomi NPP de la NASA y NOAA, junto al MODIS, se están realizando rastreos y registros de los incendios producidos en EE.UU en ese periodo, así de poder determinar su relación con las restricciones del COVID-19.
En particular el científico investigador del Centro de Vuelo Espacil Goddard de la NASA, Ben Poulter, y su equipo están determinando como los efectos de las restricciones del Coronavirus han afectado a la biodiversidad que dependía de las quemas puntuales que se hacían y como la acumulación de una excesiva vegetación, a dado origen a un amaso de combustible listo para ser pasto de las llamas incontroladas.
Además, las medidas de distanciamiento provocaron el cierre temporáneo de algunos emplazamientos de servicios de bomberos en los estados de occidente, lo que ha significado un mayor riesgo y una mayor dificultad a la hora de combatir incendios en estos estados.
Aunque sería lógico pensar que la reducción al menos de los incendios prescritos haya probablemente contribuido a mejorar la calidad del aire, las investigaciones apuntan que el efecto tanto de los incendios prescritos de mantenimiento no realizados como los ocasionados accidentalmente en aquellas fechas habría podido afectar a la química de la atmósfera, alterando la calidad del aire y el porcentaje de dióxido de carbono total, entre otros contaminantes.
Efectivamente por el momento, no se sabe hasta que punto esto sea verdad, por lo que tendremos que esperar a los resultados de dichos estudios.
EFECTO 4
LA CONTAMINACIÓN Y SU RELACIÓN CON LA ABUNDANCIA DE LLUVIAS
Otro factor curioso es que la disminución de la contaminación atmosférica durante el confinamiento en el periodo del COVID-19, puede haber contribuido a la disminución de las precipitaciones en el oeste de EE.UU.
Que la contaminación acelera el proceso de formación y caída de la lluvia, es algo que habíamos ya observado en el fenómeno de la lluvia ácida.
La humedad formada por la condensación del vapor se combina con los óxidos de nitrógeno, dióxidos o/y trióxidos de azufre, generados y expulsados a la atmósfera por las centrales eléctricas, fábricas, vehículos, calefacción, etc. ya que queman derivados de petroleo o carbón que contienen azufre.
En contacto con el vapor de agua se forman gases tóxicos o aerosoles que generan ácidos nítricos, sulfurosos y sulfúricos. El calor generado por estas emisiones de gases contribuye y acelera el ascenso de las nubes hacia capas más frías de la atmósfera. Su posterior enfriamiento en estas capas más altas y más frías, aumenta la condensación por el efecto del enfriamiento, que junto con el mayor peso añadido por las partículas tóxicas en suspensión acumuladas en su interior hacen precipitar con mayor rapidez y abundancia la lluvia.
De ahí que la contaminación contribuya a un aumento de las precipitaciones. Luego caen en el superficie de la tierra en forma de lluvia ácida, destruyendo toda la vegetación que encuentra y contaminando no sólo el aire respirable, sino también los lagos, ríos y mares, produciendo la acidificación de las aguas y destrucción de la vida acuática tanto de flora como de fauna existente en esa.
Por si fuera poco, además la acción corrosiva de sus agentes contaminantes y tóxicos se deposita tanto en las superficies como en la tierra misma, formando parte de la sedimentación del terreno.
Los estudios del profesor Gabriele Willarini, y Wei Zhang, de la Universidad de Iowa, intentan comprender esta relación, si es que existe, a partir de la base que la humedad en la atmósfera que después se transforma en precipitaciones en forma de lluvia o nieve, se condensa más fácilmente entorno a los aerosoles o partículas de polvo, por lo que una disminución de partículas contaminantes podría haber sido la causa de la disminución de las lluvias en esas zonas.
La validez o menos de este hecho correlativo podría dar indicios de cómo preservar recursos hídricos naturales y cómo el Coronavirus está impactando en el medio natural.
EFECTO 5
CAMBIOS EN LA DISTRIBUCIÓN DEL CALOR URBANO
Según apuntan las investigaciones algunas superficies urbanas habrían sufrido cambios en lo que a calor se refiere, a raíz de las restricciones del COVID-19.
Pues la verdad, nunca lo hubiera dicho, parece ser que el hecho de haber menos coches en circulación durante el periodo del COVID-19 podría ser la causa de que algunas superficies se hubieran calentado más de la cuenta, haciendo pensar que en este modo las medidas restrictivas hayan contribuido al recalentamiento global de la superficie terrestre y al cambio climático.
Pues vaya, si todos pensábamos que la reducción del tráfico por carretera durante la pandemia habría disminuido en algo la contaminación, además del calor que emanan de por sí los coches por su funcionamiento y sus gases calentorros. Todos hemos pensado que al menos en ese aspecto el periodo del confinamiento aportaría algo positivo. Ahora va a ser que no ha sido así, y que además los coches circulando alegremente por la ciudad contribuyen a mantener fresquito el ambiente. Evidentemente no es propiamente así, se trata del cambio que se ha producido en la distribución y disposición del calor urbano.
Lo está investigando un científico del Centro de Investigación Ames de la NASA en Silicon Valley de California, Christopher Potter, el cual junto a su equipo están valorando el impacto medioambiental que ha tenido la disminución del tráfico de coches durante las semanas de restricciones.
Según parece la carencia de automóviles en carretera, y su consecuente estacionamiento continuativo en aparcamientos durante ese periodo, ha provocado un cambio en el modo en el cual algunas superficies absorben y reflecten la luz solar y de consecuencia el calor infrarrojo que generan, lo que llaman el flujo de calor térmico.
Los coches en circulación, mejor que los estacionados, podrían “impedir” de algún modo la excesiva absorción de la luz del sol, (tal vez por sus superficies reflectantes en movimiento), y de consecuencia del calor que se hubiera generado por esa radiación solar cuando una superficie es alcanzada. Por decirla corta, las superficies reflectantes de los coches en movimiento podrían estar colaborando a repartir la radiación solar y el calor infrarrojo que producen, mientras que la acumulación de coches estacionados en un lugar determinado, ha cambiado (aún no se sabe si para mal o para bien), el modo en el cual las superficies de los edificios, carreteras, etc. absorbían ese calor.
La investigación trata de determinar si ese cambio en el flujo del calor general de las zonas urbanas afectadas, en este caso en el área urbana de la Bahía de San Francisco, ha contribuido a un entorno más o menos saludable para la población de millones de personas que vive allí.
Por otro lado se tiene que tener en cuenta que muchos estudios ya confirman que los coches son perjudiciales para el medio ambiente, por la contaminación y el calor que genera todo el proceso y consumo de energía que se produce para su fabricación, funcionamiento y vertidos no renovables.
Aunque los coches parados puedan aportar un porcentaje mayor del calor urbano en algunos puntos, no significa que es mejor que estén en funcionamiento. Por que mucho mayor es el daño que hacen al ambiente. Tal vez sería el caso de proponer mejores opciones en el transporte público que contenga ese número tan excesivo de vehículos en general.
EFECTO 6
LAS NUBES “SINTÉTICAS” Y SU RELACIÓN CON EL CALENTAMIENTO DEL AIRE
Durante el periodo de confinamiento del COVID-19, las restricciones en los viajes aéreos han sido tajantes, de consecuencia las nubes de condensación o estelas de vapor producidas por los gases de escape de los motores de los aviones, han disminuido.
Durante aquellas semanas el cielo estuvo limpio de esas nubes estiradas que se ven cuando apenas pasa un avión. Según Dave Duda, uno de los investigadores junto a William Smith, del Centro de Investigación Langley de la NASA en Hampton, Virginia, “las estelas de vapor son las únicas nubes que producimos nosotros mismos.” El principal efecto de estos gases formadores de nubes, es el calentamiento de la atmósfera circundante.
Las investigaciones en este proyecto, intentan determinar como la limitación que hubo en los vuelos aéreos ha contribuido a la disminución de este tipo de estelas, y por lo tanto a una merma del avance del proceso de calentamiento global de la atmósfera.
Para ello están utilizando un algoritmo para determinar la cantidad de estelas de este tipo que se produjo en el periodo anterior y durante la epidemia. Además se están investigando otros datos ofrecidos por el MODIS para determinar las propiedades ópticas de estas peculiares estelas. Los resultados, se esperan que ayuden a comprender mejor el proceso con el cual estas estelas reflecten la luz y cómo absorben la energía entorno a la superficie y la atmósfera circundante y debajo de ellas.
Por el momento se sabe que se producen mayormente cuando la atmósfera está lo suficientemente fría y húmeda, por lo que son más frecuentes en invierno y primavera.
Determinando con mayor precisión las condiciones en las cuales se producen este tipo de estelas de condensación que calientan la atmósfera, y por tanto no beneficiosas, se podrían prever rutas alternativas para los aviones, ajustadas en altitud para que no se produzcan, procedimiento similar que ya se utiliza actualmente para prevenir las turbulencias.
EFECTO 7
CAMBIOS EN LA CALIDAD DEL AGUA DE LOS ECOSISTEMAS ACUÁTICOS
Otro interesante proyecto financiado por la NASA ya desde hace años, se encuentra en la barrera coralina más grande del hemisferio norte, situado en la costa de Belice.
Allí por fortuna todavía resisten algunos bosques de manglares, cayos de arena, lagunas y estuarios, donde sobreviven algunas especies de peces, tortugas marinas, manatíes y hasta el cocodrilo marino americano, muchos de ellos en peligro de extinción. Uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad del océano Atlántico.
Cuando ocurrió la pandemia se produjo lo que el profesor Robert Griffin, encargado del estudio sobre la salud del arrecife, de la Universidad de Alabama en Hustsville, llamó “un experimento natural”.
La disminución del turismo en la zona ha permitido recopilar otros datos significativos referente a las fuentes contaminantes que produce la actividad del hombre en la zona.
El deterioro del arrecife es causado principalmente por los residuos contaminantes de la actividad tanto urbana como agrícola, necesaria para acoger el turismo que recibe el lugar. Residuos que terminan en el agua e impactan negativamente en el ecosistema donde viven los arrecifes de coral, y una particular biodiversidad que sólo se encuentra en este tipo de ecosistemas.
En particular afecta en la composición del agua, en lo referente a la concentración del nitrógeno y del fósforo, y de consecuencia, en general en cuanto a la calidad del agua se refiere.
EFECTO 8
PREVENIR LA PROPAGACIÓN DEL VIRUS
El temor a una segunda oleada es patente en todos los países del mundo, sobre todo ahora que se avecina el periodo invernal, con el cual se teme un exacerbamiento de los efectos sanitarios del virus, lo que provocaría de nuevo la incertidumbre económica y alarma social.
El estudio, en este caso de la profesora Yulia R. Gel de la Universidad de Texas en Dallas, y Huikyo Lee, científica del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, en California, y de sus colaboradores, se basa sobre el vínculo potencial de los aerosoles y el COVID-19.
Para ellos están recogiendo datos meteorológicos ofrecidos por el Atmospheric InfraRed Sounder del satélite Aqua y Cross-track Infrared Soundere del satélite Suomi NPP, junto con los datos del MODIS rastrearán la dinámica de la propagación del virus en el tiempo y en el espacio.
En particular utilizan algoritmos geométricos y datos topológicos, que permiten rastrear patrones de transmisión del virus. Estereotipos que pueden ser impulsados por determinados sectores de la población, es decir según edad, género, etnia o hasta ingresos económicos, así como los mencionados factores ambientales.
Estos avanzados métodos e instrumentos de medida permiten confrontar datos y considerar opciones más allá de las convencionales, permitiendo un mayor suceso en la investigación. El software generado por este sondeo permitirá mayormente predecir la progresión estacional del COVID-19 no sólo a escala próxima, sino global. Un instrumento decididamente útil, que esperamos proporcione la prevención que se espera.
EFECTO 9 (8+1)
LA DISMINUCIÓN DEL TURISMO PROVOCA EL ABANDONO DE ANIMALES
La disminución del turismo en todo el mundo, no sólo ha hecho un quebranto en la economía en este sector, sino también en la vida de muchos animales cuya existencia estaba vinculada a él. Por lo que el comercio tanto legal como ilegal de animales exóticos también se ha visto afectado por las restricciones del COVID-19.
Las actividades relacionadas al turismo y a los animales son muchas y variadas, un reclamo turístico que pocos son en grado de rechazar. Quién no se ha hecho una foto con un pequeño macaco o serpiente cobra en Marrakech, o no ha podido resistir a sacar del agua una estrella marina para hacerse un selfie, aunque eso conllevara la asfixia del animal por esos interminables minutos.
En EE.UU. y África se pueden encontrar granjas donde puedes montar encima de alguna avestruz asustada, y que decir de los elefantes en Asia, además de servir como innecesario, pero exótico vehículo de transporte, también juegan al fútbol y pintan cuadros para venderlos a los turistas.
Nadar junto a delfines estresados es toda una atracción en muchos acuarios, como también el hacerse fotos junto a tiburones o tigres enjaulados. Todas ellas, actividades recreativas enfocadas para hacer divertir a los turistas y hacer crecer la economía y comercio que existe entorno a la explotación de estos animales, eso sí, sin tener en cuenta que es en detrimento de la dignidad y la calidad de vida de todos esos animales.
El hecho es que en el periodo de confinamiento y limitaciones en los viajes, los turistas, o no han podido llegar a su destino de vacaciones, o se ha tenido que ir rápidamente sin la posibilidad de poder llevarse el animal que habían comprado. De consecuencia muchos animales que antes eran utilizados para la venta o el recreo de los turistas, se han visto sin “trabajo”. Se han convertido en un objeto inútil que no aportaba beneficios a sus propietarios, por lo que se han visto rechazados y repudiados por los mismos.
De consecuencia muchos animales que habían sido mutilados, arrancándoles los colmillos, las garras, las alas, etc. para hacerles inofensivos y más fácilmente manejables, y que habían perdido su natural instinto por haber nacido en cautividad o por el forzado adiestramiento recibido, y el contacto con el hombre, han sido abandonados en el ambiente circunstante, regalados, o entregados a centros o personas disponibles con la intención de ofrecerles un improvisado refugio.
De la noche a la mañana muchos se han visto en un hábitat desconocido para ellos, desprovistos de sus instrumentos naturales para poder adaptarse y sobrevivir. Por otro lado el ecosistema receptor ha tenido que afrontar la presencia de este número inesperado de animales inadaptados y fuera de su hábitat natural. De consecuencia muchos animales han sucumbido a una muerte absurda, indigna e innecesaria. A la vista de estos hechos ocurridos en periodo del COVID-19, el cambio en la biodiversidad de algunos ecosistemas ha sido evidente.
Paralelamente muchos centros de acogida de animales, parques naturales, zoo y privados animalistas improvisados se han visto desbordados por la avalancha de estos animales no deseados y abandonados. Incapaces de prever el alcance de este evento, se han visto rápidamente desprovistos de los pocos medios que tenían a disposición.
Los limitados recursos a disposición para poder atender las necesidades inmediatas de estos animales son insuficientes. Curas médicas, espacio suficiente para un alojamiento adecuado, alimentación, supervisión, etc. Personal y medios, sin los cuales la vida de estos animales está destinada a un fatídico final. Además la falta de subvenciones para esta emergencia a este respecto, no está haciendo más que obstaculizar una resolución más acertada, provocando situaciones desesperadas, como la matanza de animales por la imposibilidad de poder sustentarlos.
Aunque no hay proyectos oficiales abiertos, como los anteriores mencionados financiados por la NASA, los hechos mencionados muestran el alcance de los efectos que este evento está causando. Su importancia es vital y evidente, tanto para los ecosistemas que se han visto afectados, como para la economía que se nutría de este negocio que ahora buscará nuevas alternativas de lucro.
Es el caso de algunos países asiáticos, como Thailandia, las restricciones causadas por el COVID-19 han provocado situaciones similares a las descritas, lugares en donde las actividades relacionadas con la explotación y el tráfico de animales está a la orden del día.
Si todavía alguno no está convencido del daño que hace el tráfico de animales no domésticos, y el negocio que hay entorno al turismo con ellos, este evento podría al menos mostrarles con mayor clareza el sufrimiento inútil que causa esta actividad, y cómo todos somos responsables de la destrucción o menos que causamos a nuestro paso cuando vamos de vacaciones a algún país exótico y nos encaprichamos en participar en alguna atracción donde algún animal en cautividad es explotado para nuestro banal entretenimiento.
“Si no hay demanda, no hay negocio”, es una frase de Frank Cuesta, reconocido experto en fauna silvestre y exótica. Es un gran especialista en herpetología y en venenos de ofidios. Su gran experiencia y dedicación a la recuperación y cura de animales sometidos y maltratados, y a su aclimatación y preparación para su posterior liberación, ha demostrado ampliamente su constante empeño en defender y tutelar los derechos de los animales. Veterano desde hace muchos años en esta materia, trabaja y vive en Thailandia por lo que conoce bien la vida de animales de la fauna exótica asiática, y su conexión con el turismo y los intereses que giran entorno a ellos. Como otros, él es otro claro testimonio directo de cómo las restricciones del COVIC-19 han afectado a la fauna, en este caso exótica-turística de la zona en cuestión.
Tenemos que entender la importancia que tienen las acciones de cada singular persona. Para bien o para mal. Cada uno de nosotros podemos hacer la diferencia no aceptando este tipo de reclamo turístico, comprendiendo y valorando la gran importancia que tiene preservar la dignidad de los animales, y dejar que vivan de manera natural en su hábitat de origen, con la menor intromisión posible por parte del hombre.
Es fácil y cómodo ocultarse detrás de la idea de que un singular individuo no puede hacer nada, es así como las masas formadas por singulares personas destruyen enteros ecosistemas.
Una única acción que parece aislada, casi ingenua, de poco alcance, de una persona, sumada a la de otras, es capaz de destruir la biodiversidad de un lugar. Tenemos el ejemplo en la ya menciona barrera coralina de Belice. La mayor parte de la contaminación que está provocando su deterioro y desaparición, es traída por cada singular mano de cada persona que va allí como turista. Así de potente es la humanidad.
Si colaborásemos para preservarla, sería otra historia.
CONCLUSIONES
Como vemos se están tomando medidas de análisis y prevención. Poniendo a disposición sus satélites, la NASA colabora para estudiar los efectos que está causando el Coronavirus.
Múltiples estudios enfocados en diferentes ámbitos del medio ambiente que permitirán comprender mejor los mecanismos en los cuales se ha producido esta pandemia. Un esfuerzo que sin duda no sólo nos permitirá estar mejor preparados en el caso de deber afrontar una segunda recaída del COVID-19, sino que nos mostrará nuevas alternativas de acción de cómo prevenir y minimizar los efectos de eventos similares en el futuro.
Los datos objetivos resultantes de estas investigaciones confirmarán la implicación o menos del COVID-19 en los cambios ocurridos en el medio ambiente durante la pandemia. Evidentemente no basta una simple correlación de unos hechos. Las causas pueden ser sólo circunstanciales y por tanto haber sólo una correlación entre unos eventos, y como sabemos una correlación, no implica una causa efectiva.
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